Uriah Heep: viajeros en el tiempo Vigencia, poder y magia en Club Chocolate Viernes, 08 de Diciembre de 2023 Jueves 7 de diciembre, 2023 Club Chocolate En el periodismo musical debe haber pocos conceptos más manoseados que “banda de culto”. Y sí, en la era pre-Internet era más que entendible, porque las generaciones que tuvieron la suerte de vivir ciertos hitos del rock en tiempo real siempre fueron un tanto celosas de sus descubrimientos. El rock era un paria, y muchos lo tomaban como un atributo más que como una desventaja. La música de la “inmensa minoría”, como estableció tan exitosamente la Radio Futuro. En ese lote de “bandas de culto” encontramos a Uriah Heep, enclave que se formó en 1969 a partir de las gestiones del productor Gerry Bron y del tecladista Ken Hensley. Se ganaron rápidamente el apodo de “los Beach Boys del heavy metal”, según recoge la revista Heavy Rock, esto debido a su infalible rock frenético cargado con teclados en el que sobresalen las exquisitas vocalizaciones de David Byron en su etapa más clásica durante los 70, un músico que nos dejó en 1985 cuando tenía tan solo 38 años. De esa época, solo queda el guitarrista Mick Box, quien defiende un legado imponente que se mueve influenciando a artistas desde A-ha hasta Ghost, como aprendimos en la entrevista que tuvimos con él. Junto a Davey Rimmer, Russell Gilbrook, Phil Lanzon y Bernie Shaw, estos dos últimos siendo sus aliados desde los 80, Box trae a este acorazado para dejarse caer por primera vez en Chile tras más de cinco décadas en el ruedo y, lo mejor de todo, viviendo una saludable actividad. El concierto partió a las 21 horas y sin teloneros, punto en el cual cabe detenerse un momento. Para los que gustamos de ciertos estilos, como el doom o el stoner, sabemos que hay bandas como Poema Arcanus o Yajaira que aparecen inmediatamente en el mapa cuando se trata de abrir shows de esos entramados. ¿Por qué no podríamos pensar en Tumulto, por ejemplo, para abrirle a bandas de rock clásico? Pocas veces se les ve haciendo soporte y la versión que encabeza Oliver, hijo del querido e inmortal Poncho Vergara, hubiese caído parada abriéndole a Uriah Heep o a Glenn Hughes, a pesar de que Samsara hizo un contraste interesante que destacamos en esa oportunidad. Tumulto tiene el catálogo, tiene el arraigo, tiene una formación joven que lleva el legado de una escuadra querida en nuestro país y hasta tienen material nuevo bajo el brazo. Sería bueno considerar esto a futuro para construir shows cohesionados a los que ya estamos bastante acostumbrados y, así, darle un merecido espacio no solo a nuevas propuestas, lo que está muy bien, sino que también para mirar nuestra propia historia y darnos cuenta de que siempre podemos establecer un punto en común. Tras esa reflexión, vamos con el análisis del show en pleno. Cabe destacar que se veía mucha actividad por las calles de Bellavista pasadas las 7 pm, ya que a tan solo unos metros, Carnifex desplegaba su Deathcore ante una legión distinta en sala Metrónomo, mientras que acá la tónica era disfrutar de lo clásico, pero ojo, no pensemos solo en asistentes que lucían sus canas al son de una noche de rock. Podemos hablar de una concurrencia variada en edad. Tras el clamor de “Uriah, Uriah”, el quinteto saltó al escenario para atacar de golpe con ‘Grazed by Heaven’ y ‘Take Away My Soul’, ambas del “Living The Dream” (2018), disco anterior al último "Chaos & Colour" (2023). La recepción estuvo lejos de ser tibia, más bien había mucha buena onda, pero fue ‘Traveller In Time’ la que desató las primeras pasiones desbocadas. La canción original del “Demons & Wizards” (1972) ya es pesada para su época, pero escucharla ahora con todo el aparataje moderno es una sensación increíble. Gana en tonelaje, y se siente como si hubiese sido escrita el día de hoy, pero siempre con ese sabor ineludible de los 70. Esa capacidad que tiene Uriah Heep de traspasar las barreras del tiempo se nota en este paseo por las décadas. ‘Between Two Worlds’ no pareciera haber sido escrita en los 90, se para de igual a igual con ‘Stealin’ del “Sweet Freedom” (1973) gracias a los dedos poderosos del zurdo Davey Rimmer en las cuatro cuerdas, un bajo palpitante que transita por el terreno del blues a diestra y siniestra. De hecho, se paró junto a Mick Box y regresó al micrófono para respaldar las segundas voces en una conjunción cósmica. Los relojes siguieron pasando por distintas épocas, por lo que ‘Too Scared to Run’ del querido “Abominog” (1982) se mezcló con ‘Rainbow Demon’ del mencionado “Demons & Wizards” (1972) para ya estacionarse durante gran parte del concierto en los 70. Ambas estuvieron unidas por el pulso implacable de Russell Gilbrook, en la primera con máxima aceleración heavy metalera y en la segunda, confeccionó una densidad lisérgica. ¿El corte de batería antes del solo de Mick Box?: delicioso y comprimido. ¿Y qué decir del final? Una verdadera tormenta de golpes certeros que te desencajan la mandíbula. ‘Sweet Lorraine’ tuvo a un Phil Lanzon que nos llevó a otra dimensión con sus teclados y sintetizadores, incluso con parte de los espectadores moviendo las manos como si tocara las teclas en el aire. La brutal ‘Free 'n' Easy’ tuvo una breve conversación entre las teclas de Lanzon y las cuerdas de Box, todo en una furiosa cabalgata de heavy metal clásico que sigue rugiendo más fuerte que nunca y que tuvo a Gilbrook desplegando lo mejor de su pirotecnia en las baquetas. Es que cuando se trata de cubrir su lado más pesado son infalibles. La complejidad progresiva de ‘Gypsy’ no te da respiro, el Club Chocolate fue tomado por una bruma espesa de puro proto metal encabezada por un Bernie Shaw que es todo un espectáculo en sí mismo. Dejó la vida en ‘Look At Yourself’, con su voz al máximo y una simpatía contagiosa. En un movimiento muy setentero, decidió jugar a la pregunta y respuesta con su voz dando un alarido, demostrando magnetismo y técnica a raudales. Tras la presentación de los miembros, Shaw dejó el escenario para dar paso al jam en el que Mick Box ejecutó un solo heroico y volcánico. Por momentos quedas perplejo, estás viendo a una leyenda de la guitarra que muchas veces es pasado por alto. Claro, se entiende en una década llena de monstruos que lo cambiaron todo, pero Box es un verdadero hechicero que conjuga un estilo propio y que no pierde frescura, al contrario, es un añejado capaz de hechizar con su sabiduría, especialmente cuando su mano izquierda pasa veloz por el diapasón y su mano derecha hace unas figuras locas en el aire, casi como si estuviera haciendo un conjuro. No es de extrañar que ‘July Morning’ fuera una de las más celebradas. Su interpretación fue todo un éxtasis, el público se encumbró en ese coro fascinante amparado por un riff sabbathico en el que Box depositó plena confianza en su wah, lo que produjo una hecatombe de sensaciones. Guitarra acústica en mano, siguieron volviendo loco al respetable con ‘Lady in Black’. Es de esos momentos en los que audiencia y banda se convierten en uno solo, el recinto de Bellavista parecía venirse abajo con ese coro multitudinario que fue el colchón de un Shaw en llamas. Tras un rápido encore, las luces del escenario palpitaron como un corazón para recibirlos de vuelta, y de seguro que este latido iba en consonancia con lo que su tribu sintió cuando despacharon la épica ‘Sunrise’. Como era de esperarse, se guardaron ‘Easy Livin’ para el final, que era por lejos una de las más esperadas. ¿Y cómo no si es un clásico tan espectacular? No solo es un retrato de Uriah Heep en todo su esplendor, sino que de toda una generación de músicos que corrió los cercos del rock y fundó las bases para un movimiento que hoy se manifiesta de maneras infinitas. “Hay gente que dice que no puedes hacer Heavy Metal a los 60 o 70 años. ¡Bueno, denme un momento para mostrarles que sí podemos porque fuimos nosotros quienes inventamos el maldito Heavy Metal!”. Toda una declaración de principios en las palabras del gran Bernie Shaw y que son la pura verdad. Nos prometieron un viaje en el tiempo y eso es justo lo que tuvimos. Si bien fue extraño que no presentaran nada de “Chaos & Colour” (2023), considerando que su portada estaba en el merch oficial, la verdad es que la banda tenía harto de donde escoger y lo que propusieron fue un setlist bastante equilibrado en el que una canción como ‘The Wizard’ hubiese sido perfecta, pero que al final igual destaca por representar a todas sus épocas de manera justa, pero con el obvio acento en la década de los 70. Otro factor importante en la sumatoria de este espectáculo alucinante fue el público que gozó de principio a fin. Si Mick Box y sus muchachos constituyen una “banda de culto”, vaya que tenemos una audiencia letrada. Si bien la etiqueta puede ser un poco odiosa a ratos, quizá es algo confusa y hasta carga con un tufillo a elitismo pretencioso, el lenguaje es tan maravilloso que permite darnos la vuelta. Si entendemos que “culto” es un “Conjunto de ritos y ceremonias litúrgicas con que se tributa homenaje” como dice la Real Academia Española, pues esta noche la inmensa minoría vivió un verdadero culto a las bases de la música pesada. Vigencia, poder y magia, esas son las claves del debut de Uriah Heep en Chile, que no solo nos embarcó en una travesía estelar doblando a gusto las manecillas de la historia, sino que también haciéndonos “la vida más fácil” gracias a su magia cargada de riffs. Pablo Cerda Fotos: Atenea Tags #Uriah Heep Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus. 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