Nader Cabezas: las trampas de la melancolía El artista nacional profundiza sobre la oscura y difícil producción de su reciente álbum "Opus" Viernes, 09 de Agosto de 2024 Nader Cabezas es un artista y compositor curicano, quien lleva más de 20 años en la escena independiente nacional. En 2009, hizo su debut con "Día Blanco”. Dos canciones de aquel disco fueron incluidas en la banda sonora de la película “La Vida de los Peces” de Matías Bize, exhibiéndolo en una escena vigente hasta la actualidad. Recientemente, acaba de editar su quinto material en solitario, “Opus”. Una contundente pieza inspirada por la programación de radio que le acompañó durante su juventud: synth pop, new wave y soft rock. Cabezas asegura cerrar una etapa de cinco años oscuros de su vida, marcado por grandes dolores y el reencuentro con su sello discográfico, LeRockPsicophonique. Conversamos con él en profundidad para más detalles de este nuevo disco, pero también de sus percepciones sobre la nostalgia... -¿Qué significa para ti regresar a LeRockPsicophonique, sello que viste nacer y que también fue importante en los primeros pasos de tu carrera? -Básicamente, es volver a donde un amigo como Rodrigo Jarque, quien es el fundador del sello. Nos conocemos desde los años de la universidad y la primera banda seria que tuve fue con él y dos amigos más, entonces tenemos una relación de amistad de muchos años. En ese momento no había ningún espacio físico, sí había un logo y ganas de hacer cosas, así que entre el 2009 y el 2012 fueron tres discos que saqué a través de LeRockPsicophonique, pero siempre fue una cuestión de apoyo artístico más que una ayuda económica, que hubiese un estudio o cosas así. Era una cuestión principalmente de amistad. Después con Rodrigo, artística y espiritualmente tomamos rumbos distintos pero ahora nos volvimos a encontrar y ha sido todo muy bonito. -Me parece curioso que la portada de “Opus” lleva a la nostalgia, pero la música del disco parece ir hacia adelante, ¿crees lo mismo? ¿cómo conviven esas dualidades? -Sí, interesante la observación. Efectivamente en la portada del disco aparezco yo de chico con mi abuela en una playa que para mí significa mucho y que queda cerca de Curicó, la ciudad donde nací. Ese negativo lo encontré años después hurgueteando en las cosas de mi papá, lo revelé y apareció esa foto. Por otro lado, el rollo que yo tengo con la nostalgia es que puede ser algo atrapante porque es una mirada hacia el pasado, pero para mí también es mirar hacia adelante. Es una especie de nostalgia activa y en ese sentido lo conecto un poco con Jorge Tellier, como esta especie de nostalgia del futuro, de cosas que no pasaron, cosas que van a pasar o cosas que pudieron haber pasado. A mí me gusta mucho la nostalgia, la tristeza, la melancolía, pero estoy bien consciente de las trampas en las que uno puede caer si te dedicas a mirar hacia atrás y tratas de revivir lo pasado. Finalmente, te quedas ahí atrapado, te pierdes en el presente y desaparece el futuro, por decirlo de alguna manera. -El título “Opus” hace referencia a la radio que marcó tu estilo musical, ¿qué otra cosa puedes contarnos acerca de eso? -Aparte del nombre y de los estilos musicales que sonaban en esa radio que fueron también súper importantes, porque era lo que yo escuchaba entre finales de los 80 y principios de los 90. Entonces creo que quise hacer un álbum con distintos estilos, como para recrear la programación de la radio: un poco de new wave, una cosa un poco más con saxofón, otra cosa media hip hop, pero como súper piola, media introspectiva. -¿Cómo fue trabajar junto a José Tomás Molina, productor y colega de LeRockPsicophonique? ¿Qué elementos aportó en tu disco? -Es un tipo brillante. Tiene una energía un poco avasalladora que, de hecho, me advirtió Rodrigo antes de empezar a grabar junto a él, me dijo: “Jota tiene muchas ideas, pero si tú no estás de acuerdo, tienes que decirle porque simplemente avanza”. ¿Pero sabes qué? Creo que funcionó súper bien en el estudio, lo pasé siempre estupendo con él grabando las voces. Para mí, registrar las voces es el proceso que más me cuesta, porque siento que me falta un poco de seguridad todavía en esa parte. Además, siempre estoy cambiando las letras hasta el final del proceso. Entonces, Jota me entregó mucha seguridad al momento de grabar mi voz, estaba ahí en la cabina y me decía: “Sí, dale” o “No, hazlo de nuevo, lo puedes hacer mejor”. Me pasaba que en cada canción llegaba con la onda “no voy a poder grabar esto hoy día”, al tiro tenía ese pensamiento de andar mal, pero al final quedaba súper entusiasmado. Resulta que era porque tenía a este compadre dándome todo el apoyo, la seguridad y celebrando esta cuestión, así que eso hizo que el proceso fuese muy buena onda. Siempre fue un agrado trabajar con él. -El disco abre con canciones oscuras como ‘Cada Mañana’ y ‘En Círculos’ y otras también son bastante tenebrosas como ‘Solo una Cara’. ¿Ese era tu estado al momento de componer? -Sí, ‘Solo una Cara’, por ejemplo, fue la primera canción que compuse del álbum en invierno de 2019 y, en ese momento, estaba en crisis con mi relación anterior, pasando por un momento personal muy penca. Sumado a que yo empecé a tener más problemas para poder tocar en vivo, no lo pasaba bien ni en los ensayos, entonces todo se estaba volviendo pesado para mí y tenía una sensación de estar súper solo en el mundo. Hay un divorcio también que ocurrió en mi vida a principios del 2020 que me marcó y coincidió con la pandemia. Son canciones oscuras porque representan esa oscuridad en la que estaba en ese momento. -Esa canción es mi favorita del álbum y la encontré genial. Tiene ciertos pasajes de sintetizador que me recuerdan a ‘Enola Gay’ de OMD. -Ese grupo me gusta mucho, fueron parte de mi banda sonora justamente de “Opus” y todo ese estilo. Quise meter sintetizadores que emularan ruidos de bombas, me imaginaba el sonido de como caían y en esa frase específica “sonido e imagen del fin” pensaba un poco en todo lo que significa ver una guerra por la televisión. Aquello coincide con lo que está pasando en Palestina, desde octubre del año pasado. En mi celular todos los días veo muerte, gente bombardeada, niños destrozados y estás con esa sensación de estar presenciando el fin, en sonidos e imagen en alta calidad. -Retomas la electrónica como base de tus canciones luego del EP acústico “Una Letalidad Constante” (2022), ¿qué te motivó para regresar a aquel sonido? -Tiendo hacer que cada disco sea un universo distinto y tenga su sonido. En “Una Letalidad Constante” quería hacer algo así como el “Artaud” de Spinetta, con guitarra y voz. En este caso, quise poner más guitarra también y no tanto sintetizador como en “Rocket Cinema” (2015) que coincidió porque me había comprado un Roland. -Los sintetizadores en “Opus” se sienten más aterrizados en comparación con Zabala, el conjunto que tienes con Rodrigo Jarque de Inverness. ¿Ha cambiado tu percepción de la electrónica o sigue orientada a la misma fuente? -Nosotros estábamos aprendiendo, me acuerdo de que yo tocaba bajo y sintetizadores en canciones muy puntuales. Fue una escuela muy bonita. Estaba Javier Fernández y fue la primera persona que vi usar un controlador, en el año 2000. Era una cuestión muy extraña porque significaba llevar la CPU, poner la pantalla, etcétera. Y yo lo que hacía en los ensayos era que me metía a trabajar con el instrumento, salía un sonido y lo usaba. Pero ahora es distinto, porque tengo más tiempo para poder estar en casa, explorar sonidos, ir poniendo capas para después mandárselo a Jota para que lo monte en la sesión. -‘Locura sin Corazón’ me recuerda a “Corazones” (1990) de Los Prisioneros, sobre todo la guitarra acústica que también puede oírse en ‘Estrechez de Corazón’ de ese mismo elepé. ¿Es correcto si digo que Jorge González ha influido en tu trabajo? -Es súper correcto, recuerdo que las primeras canciones que aprendí a tocar en guitarra fueron de ellos, en esos cancioneros del Icarito. Después cuando salió “Corazones”, me pilló en una etapa de la preadolescencia difícil que me marcó mucho en ese momento. De más grande, me di cuenta de que Jorge González tenía influencias de New Order y toda esa onda media latina de Pet Shop Boys, entonces tenemos referentes en común. Más encima en ‘Locura Sin Corazón’ aparece la palabra “corazón”, también es una especie de guiño a todo ese increíble disco que para mí es uno de cabecera. Un genocidio televisado -En ‘Dormir y Olvidar’ llama la atención que acomodas un saxofón encima de ritmos electrónicos. ¿Cómo se te ocurren esas cosas? ¿Cómo fue ese proceso? -En un principio, pensé en una trompeta y me gustaba la idea de que fuese de jazz tipo Miles Davis, pero luego pensé en “The Captain of the Heart” del dúo suizo Double que tiene un saxofón. Fue después y justo en ese momento cuando estaba grabando con el Nico Moreno y le pregunto si conocía a un saxofonista, me dice: “Sí, conozco uno”. Era Ed Neidhart de La Brígida Orquesta que es tremendo saxofonista. Él improvisó y finalmente tocó casi en toda la canción. -¿Cómo se proyecta esta nueva entrega para el futuro? ¿Planeas una gira para presentar el disco? -Tengo la intención de girar. Estamos conversando para Viña, Concepción, un poco más al sur también como Valdivia. Eso sí, está un poco complejo por la logística, pues los chicos de la banda en vivo también tienen sus proyectos y sus vidas, entonces lograr una agenda en la que todos podamos tocar un fin de semana en cierto lado de repente es un poco complejo. Pero si está esa idea y también quiero sacar el disco en físico. Por lo menos ya está el disco publicado en plataformas y para mí, ya eso significó terminar un proceso de cinco años y también sacarse un gran peso de encima. -¿Cuáles son tus últimas reflexiones políticas respecto al conflicto palestino-israelí? -Es una cuestión que me pega muy fuerte porque tengo ascendencia palestina. Aparte de eso, estamos presenciando un genocidio televisado por plataforma. En términos sencillos, es una ocupación violenta, un apartheid terrible porque se trata de un etnoestado que aplica una necropolítica, la exterminación sistemática al palestino. Hoy en día, se puede ver cómo es fácil vender una narrativa en la que Israel es un país que se está simplemente defendiendo, que tiene derecho a hacerlo de vecinos terroristas y que tienen la mala suerte de que estos los atacan. -“Rocket Cinema” (2015) tiene una clara posición política respecto la ocupación de Israel en Palestina (‘Gaza Beach’ y ‘Yellow Light’, por ejemplo), temática inherente en tu trabajo, ¿cómo está presente aquel elemento en “Opus”? -“Opus” no es abiertamente político. Siento que obedece más a este proceso introspectivo, procesos personales y de crisis. Además, creo que no estaba poniendo eso en primer lugar porque tampoco me gusta caer en lo panfletario, en hacer un tema que se llame “genocidio”, por ejemplo. No me gusta cuando hay un mensaje pedagógico en una canción y que es considerada como política sólo porque denuncia o habla de una realidad. No es la única música de ese carácter que se puede hacer. En cambio “Rocket Cinema” desde el título que tiene una parada política explícita y está tomado de esta ciudad israelí, una ex villa palestina, donde la gente sacaba un sofá, se ponía a comer papas fritas y a ver como caían los misiles en la villa de enfrente. Entonces esta imagen como del cine de los misiles, pasarlo bien, ver ahí cómo caen en vivo y se liberan… pensaba en eso. “Lo principal es haber encontrado una voz” -“Día Blanco” (2009) es tu primer disco en solitario, su sonido parece estar orientando más al indie y, en particular, dos de esas canciones formaron parte de la banda sonora del filme “La vida de los peces” de Matías Bize, ¿qué recuerdas de esos tiempos? -Recuerdo una incertidumbre, una resignación y un vacío, hacer cosas en un desierto sin ninguna idea de qué hacer. Vivía y trabajaba haciendo clases en Curicó, no tenía mucho tiempo para la música y era una situación súper precaria en mi vida en ese momento. Pero tuve la suerte de estar con Rodrigo en el sello, quien también estaba trabajando con Matías Bize. De repente me dice que él quería poner un par de canciones en el soundtrack. Me pareció bacán. De alguna manera me ayudó a aparecer en el mapa de esa escena de Santiago que por esos años estaba Gepe y Javiera Mena, todo este indie chileno que había comenzado a gestarse a principios de los 2000. También recuerdo hacer cosas con Fruity Loops - los primeros tres discos los hice con Fruity Loops, “Rocket Cinema” también incluso-. Trabajar con esa plataforma, hacer bases de forma obsesiva: ponerle el bajo, ponerle una guitarra, ponerle una letra, comenzar otra y así… -¿Crees que “Opus” es el gran trabajo de tu carrera? -No sé si sea el mejor, pero me gusta pensar que es un disco más consciente porque miro para atrás y pienso en todo ese proceso por el cual pasé para llegar a esas canciones. La gente que estuvo involucrada, como mi actual pareja Javiera, quien me apoyó siempre, sobre todo cuando yo decía: “No, no quiero sacar el disco”, “no quiero ponerlo de otra manera” o “no quiero sacar esta canción”. Ella también me ayudó mucho con su apoyo, además tiene buen oído, entonces sus comentarios y críticas siempre las aprecié. Siento que este disco está hecho con más calma, no sé, por ejemplo, ‘Día Blanco’, que fue lo primero que hice, eran temas que yo tenía sueltos y que junté. Pero el proceso de “Opus” hay toda una madurez y aprendizaje después de estar cuántos años tocando en muchas partes, grabando y conociendo distinta gente. Creo que, por la experiencia acumulada, estoy conforme. También, me siento más cómodo y seguro con mi voz, creo que es la principal diferencia con los discos anteriores. Me gusta explorar los distintos matices de la voz, más que preocuparme de ser súper afinado, que no lo soy de partida. Entonces, lo principal es haber encontrado una voz. José Tomás Pozo Fotos: Javiera Delaveau Tags #Nader Cabezas #Opus Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus. 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