Melvins Tarantula Heart Martes, 14 de Mayo de 2024 2024. Ipecac Recordings Lo hemos dicho antes, es difícil seguirle la pista a Melvins, pero nunca está demás hacer el intento. “Working With God” (2021), que juntaba a Buzz Osborne y Dale Crover con Mike Millard, ya parece un recuerdo lejano, especialmente porque después vinieron el disco doble con versiones acústicas “Five Legged Dog” (2021) y “Bad Mood Rising” (2022), una vuelta al triángulo formado por Buzz Osborne, Dale Crover y Steven McDonald. Para el nuevo “Tarantula Heart” (2024), el nombrado trío liderado por Osborne suma al segundo guitarrista Gary Chester y a un segundo baterista que también se encarga de los sintetizadores: Roy Mayorga de Ministry. Esta sociedad nace tras la gira que reunió a Melvins, Ministry y Corrosion of Conformity tras la pandemia, y resulta que Mayorga se acopló tan bien cuando fue invitado a tocar algunas canciones con Melvins, que decidieron dar rienda suelta a esta colaboración proyectando una inspiración que va más allá de reformular el acto con diversos participantes. Al igual que en “Bad Mood Rising” (2022), el disco abre con una monstruosidad de extenso minutaje, pero las diferencias son bastante notorias. Ahí donde ‘Mr Dog is Totally Right’ reptaba lánguidamente en el anterior y se metía en algunas secciones experimentales de ruido y baterías tensas, la presente ‘Pain Equals Funny’ encanta de entrada con un riff apoteósico y una dinámica épica. Te sumerge en un mantra que va alcanzando distintas alturas mientras te hipnotiza y cuando desciende, te ahoga en un río caudaloso de guitarras fantasmagóricas que mutan en otro riff aniquilador, todo guiado por un caos de prominente saturación. Si después de presenciar ese agujero de gusano te queda alguna duda de que Melvins está en plena forma, deja que ‘Working the Ditch’ te dé un sacudón de proporciones. Es precisamente lo que esperamos de ellos, un ataque brutal con las cuerdas en su vibración más baja, una batería pesada y la voz de King Buzzo al borde de la locura. Conectas con discos del pasado como “Bullhead” (1991), es ese tipo de densidad. Por su parte, ‘She’s Got Weird Arms’ es todo lo contrario. Su melodía casi infantil se contrapone con las disonancias casi payasescas del punteo de guitarra y de un bajo que sigue el juego de gran manera. Es un momento de hilaridad que puede ser algo cansador después de un rato, pero que no puede estar ausente en un registro del combo estadounidense. Es como si Primus, Franz Zappa y The Residents se fueran de juerga con Eyehategod y Crowbar. Retorcido por decirlo menos. La siguiente ‘Allergic to Food’ transita por una cuerda similar, solo que va intercalando líneas vocales anárquicas con una primera capa compuesta por un riff frenético y muy pegajoso, y otra más subterránea que es puro ruido e improvisación, lo que conforma una pelota sónica que impacta en la cara. La llegada a ‘Smiler’ es solo otra confirmación del reinado del elemento noise que se toma todo el lado sur de la placa. Por momentos se acerca mucho al Sonic Youth más desatado, solo que acá se mezcla con un sludge corpulento, vengativo y atractivo. De hecho, es un perfecto cierre para estos 39 minutos de música que capturan la energía bruta del trío principal y sus colaboradores, magia que el ingeniero Toshi Kasai manejó con sabiduría, ya que tuvo que inmiscuirse en jams de 20 minutos y, luego, dar espacio para que Osborne se llevara a casa las mezclas en bruto y añadiera los riffs y las letras, lo que crea algo totalmente nuevo desde ese punto. El objetivo está logradísimo, Kasai conoce al grupo como a la palma de su mano y sabe cómo sacarle trote sin quitarle la química innata de la libertad creativa. Con tanto disco a su haber, a veces es difícil lograr elaborar obras que no pasen desapercibido, pero este registro número 27 de King Buzzo y compañía tiene la gracia de sobresalir si lo ponemos a competir, al menos, con sus tres predecesores inmediatos. Es un álbum que hay que escuchar de pie a cabeza, hay que sumergirse de lleno en este vendaval de experimentación para apreciarlo en su máximo esplendor. ¿Y qué es lo que lo hace destacar? Es la pregunta de los que ya no saben si vale la pena seguir comentando a una agrupación así de prolífica. El combo siempre se ha caracterizado por tomar la composición como un laboratorio de libre acceso. Si repites una fórmula exitosa, algo no está bien. La manera poco ortodoxa en la que grabaron este disco es la médula del análisis, es una toma instantánea de ese poderío salvaje que no hubiese podido recrearse con horas y horas de repetición en el estudio a la manera tradicional y ahí recae su valor. Es una mezcla de lo esperado con lo inesperado. Al final, “Tarantula Heart” (2024) sigue mostrando el descaro, la sátira y el cinismo que construyen la marca registrada de Melvins, una institución que siempre juega con nuestra mente y se ríe a carcajadas de las convencionalidades elaborando un camino propio que, aunque a veces sea difícil de seguir, siempre trae una buena recompensa cuando decides transitarlo. Pablo Cerda Tags #Melvins #Tarantula Heart #Buzz Osborne #Roy Mayorga #Dale Crover Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus. 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