Godflesh

2023. Avalanche Recordings

 

En la edición 225 de la aclamada revista Decibel, la mente maestra de Godflesh Justin K Broadrick deja bastante claro su manifiesto en las primeras líneas de un extenso reportaje dedicado a su nueva entrega “Purge” (2023). “No soy un showman”, relata, “estoy aquí para expresar mi dolor y no obtengo nada placentero cuando lo hago. Solo trato de comunicárselo a un océano humano, es un proceso abstracto. No estoy aquí para preguntarle al público ‘¿cómo lo están pasando?’, eso es para otro tipo de bandas. Esto no es rock n’ roll, no tiene que ver con esa forma de comunicación”. Los que han seguido a Godflesh durante sus más de 30 años de carrera no deberían sorprenderse ante estas declaraciones, tenemos claro que, al apretar “play” en el reproductor, el viaje sonoro será intenso, anormal y demandante.

 

En “Purge” (2023), esto se cumple desde el primer momento en ‘Nero’. Su riff amenazante y repulsivo es un acercamiento confuso al sludge con la voz de Broadrick rasgándose en frente del auditor y al son de una batería mecánicamente abismal. Según las propias palabras de su creador, este noveno registro está llamado a ser el sucesor “espiritual” de “Pure” (1992), ya que vuelve a visitar los mismos conceptos líricos y sonoros que lo inspiraron, poniéndolos en el contexto actual. En términos discursivos, el aislamiento y la soledad vuelven a ser el foco temático, pero esta vez con el alivio de un diagnóstico de autismo y trastorno de estrés postraumático con el que Broadrick encontró las respuestas que había buscado toda su vida.

 

Algo de eso se puede interpretar en la letra de ‘Land Lord’, por ejemplo: “Las malas hierbas te poseen, te modelan, te matan. Controlar. Dividir. Esclavizar. Destruir”. Es un texto corto, pero tan revelador, que no sólo se encuentra con el sophomore de principios de los 90 en su prédica, sino que también en su forma de abordar una electrónica industrial que remite al underground de sus comienzos. Cuando avanzamos hacia ‘Army of Non’, nos encontramos con un bit de hip hop cadencioso y trastornado, aderezado con algo de post punk. Acá aparece el serpenteante bajo de Ben Green, sin embargo, a diferencia de otras instancias discográficas del dúo, palidece en voluminosidad en el resto de la placa, una falta insoslayable. Quizá hay una producción un poco brillante y hasta moderna que difiere del lúgubre sentimiento que rige en este largo. ‘Lazarus Leper’ ralentiza aún más la placa, tendiendo puentes con las partes más sombrías del mencionado “Pure” (1992), eso sí, sin la corpulencia de antaño. La mejor versión del binomio está en ‘Permission’, con las características guitarras disonantes y esa distorsión gruesa que hizo escuela, uno de los mejores tracks de esta entrega.  

 

Por su parte, ‘The Father’ y ‘Mythology of Self’ vuelven a sumergirnos en la hipnosis, es un tramo devastador en lo emocional, todo envuelto en un sludge/doom agrio que desemboca en ‘You Are the Judge, the Jury, and the Executioner’, la guinda desvanecida de una torta auditiva pútrida y corrosiva. La repetición es la palabra clave, es el vehículo en el que “Purge” (2023) se desplaza para provocar una catarsis trascendental, una manera de liberar esa carga mental que atormentó a Broadrick, pero que, al menos acá, no llega a ver la luz. Es un implosión de sentimientos profundos en el que la condición humana se contrae y nos hace sentir el frío, la tensión y la ansiedad que encadenaban al autor. 

 

Siendo tan importantes para estilos como el sludge, el post metal, el noise metal, el drone metal y, sobre todo, para el industrial metal, “Purge” (2023) reparte esquirlas de esa influencia en estos 8 nuevos cortes, pero cuidado, no es de esos típicos discos en los que las bandas reunidas buscan en los baúles de su historia para entregarte nostalgia. Es casi una obviedad, pero esta misma capacidad para fluctuar entre esos géneros hace que todos los trabajos de Godflesh tengan algún factor que los distingue de los demás. 

 

En su recorrido, hay obras más “directas”, si es que cabe la palabra, acercándose a los mundos de Melvins o Helmet, pensamos en el EP “Godflesh” (1988) o en “Songs of Love and Hate” (1996), otros relucen una electrónica violenta en la ruta de Skinny Puppy o el primer NIN, como el mismo “Pure” (1992) o “Us and Them” (1999), este último enfatizando aún más en esos breakbeats agresivos a la The Prodigy, o incluso desvíos casi doom con “Selfness” (1994) y roces tenues al Nu metal en “Hymns” (2001). En su vuelta, “A World Lit Only by Fire” (2014) nos devuelve a un Godflesh feroz cargado de metal industrial de tomo y lomo que no ha sido superado hasta ahora, ni en  “Post Self” (2017) ni en el esférico que nos convoca. Si la diversidad del anterior lo transformaban en un paseo por los círculos del infierno, “Purge” (2023) es como quedarse atrapado en una catacumba oscura y estrecha. 

 

Las palabras de Broadrick se hacen carne, este no es un disco entretenido, tampoco es que haya sido su intención en algún momento, pero sí es una adición bastante sólida a su catálogo. Hay veces en que las segundas vidas proponen buenos puntos de partida para acercarse a los clásicos, no obstante, este dista de ser el caso. “Purge” (2023) es un álbum para iniciados, su espesura requiere de una vuelta previa por “Streetcleaner” (1989) y “Pure” (1992), así se puede sacar mejor provecho de esta experiencia confesional. “Sin esta música, creo que nada tendría sentido en absoluto”, se confiesa Broadrick en Decibel, y, por lo que se lee, esta expulsión o eliminación de esos demonios que habitaron en él se sienten como el final de un período. Pero la búsqueda sigue, como un delirio interminable de distorsiones que hoy se transforman en una purga ruidosa y amenazante. “La música es una maldita pesadilla. Godflesh es una maldita pesadilla”, cierra Broadrick. 

     

Pablo Cerda