Deafheaven Infinite Granite Viernes, 10 de Septiembre de 2021 2021. Sargent House Todo aquel que escuchó con atención “Ordinary Corrupt Human Love” (2018) se vio un poco desorientado cuando Deafheven lanzó ‘Black Brick’ el 27 de febrero de 2019. Con sus 7:27 minutos de duración, el single se posicionó directamente como uno de los materiales más pesados que los californianos habían grabado jamás. Incluso, sirvió para ilusionar a los amantes del lado más oscuro de la banda, quienes habían visto cómo tomaban las banderas del shoegaze sin aspavientos en cortes como ‘Near’ o ‘Night People’ del ya mencionado largo. Para bien o para mal según sean los gustos del auditor, la primera corazonada ganó la partida en el nuevo “Infinite Granite” (2021), el quinto escalón de una carrera discográfica en ascenso que siempre ha dado que hablar, sobre todo ahora que quitaron un gran porcentaje del elemento central que los hizo ganar notoriedad. Despejemos un poco de polvo. Deafheaven no es ni la primera ni la última agrupación que ejecuta este movimiento, ni siquiera en el mundo del blackgaze. “Infinite Granite” (2021) recuerda el giro que propuso el “Shelter” (2014) de Alcest, pero los estadounidenses se embarcan en un viaje más luminoso, a diferencia de lo que muestran los franceses en ‘L'Éveil des Muses’, ‘Away’ o ‘Délivrance’, por ejemplo. No olvidemos que después Alcest acomodaría el shoegaze a sus estándares agregando oscuridad en los siguientes “Kodama” (2014) y “Spiritual Instinct” (2019). ¿Será este el camino que recorrerá Deafheaven en el futuro? Volviendo al presente, lo más recomendable para apreciar “Infinite Granite” (2021) en su totalidad es escucharlo en orden, ya que el tracklist va intencionalmente de menos a más. ‘Shellstar’ nace muy pequeña con la guitarras sumergidas en el reverb, el chorus y el delay de Kerry McCoy and Shiv Mehra hasta que estallan en un coro emotivo que refleja los colores que vamos a encontrar en todo el álbum. Los rasgueos son amplios y se bifurcan a fin de encontrar secuencias de acordes épicas y figuras prístinas en la guitarra lead de ‘In Blur’, un track mucho más reflexivo. ‘Great Mass of Color’, muestra al grupo ocupando sus mejores armas en los terrenos del shoegaze, siendo por lejos una de las mejores logradas. Ahora la intensidad no está en la locura de los blast beats, las voces rasgadas o los riffs afilados, sino que en los patrones sacados del manual de buenas prácticas de Slowdive, Nothing y el último Hum, pero procesados con el ojo y el oído puesto en la radiofórmula, sabiendo de plano que así lograrán verse como el pez más llamativo del estanque. Los sintetizadores de ‘Neptune Raining Diamonds’ proponen un viaje estelar que podría haber sido una excelente canción, pero solo queda como una atmósfera introductoria para ‘Lament for Wasps’, que al principio sigue la misma línea de todo el primer lado, pero que en la mitad baja un par de cambios exhibiendo a un Daniel Tracy que defiende el filo metálico. No contento con pronunciarse en baterías marcadas, corpulentas y penetrantes, suma detalles rítmicos delicados en la sintonía de Phil Selway de Radiohead en el principio de ‘Villain’, una verdadera arma secreta tras las baquetas. Aunque ya se había alzado como un buen dibujante de líneas en la ya mencionada ‘Near’ de “Ordinary Corrupt Human Love” (2018), Chris Johnson opta por un perfil más recatado y marca los acordes sin pirotecnia en la radiante ‘The Gnashing’. Más bien se preocupa de aportar una profundidad floydiana en los puntos de mayor dramatismo, un bajista que conoce su labor y desempeña sus virtudes con la elegancia que demanda la placa. Si bien Deafheaven siempre ha manejado con astucia el léxico de actos noventeros alternativos, dejar que ese vocabulario se vuelva una lingua franca no es fácil. Ahora los artilugios etéreos se transforman en el motor principal del álbum, ya no son un engranaje más en canciones de diez minutos, de hecho, el desafío es mostrarlos en menos tiempo y en eso no fallaron. La composición tiene un sabor dulce, ornamentada con una producción llena de detalles en las manos de los infalibles Justin Meldal-Johnsen, Jack Shirley y Darrell Thorp, cada uno con un currículum envidiable. De hecho, fue el mismo Meldal-Johansen el que guio a George Clarke para que encontrara su voz limpia, una práctica inspirada en Jarvis Cocker de Pulp y Ninna Simmone. Hay aciertos y desaciertos, siendo ‘Other Language’ el ejemplo de una búsqueda fructífera en interpretaciones más volátiles, pero que al escalar a tonos mayores se siente exigida. Clarke se nota más a gusto en ‘Mombasa’, la canción definitiva de Deafheaven según sus propias palabras. Parte cadenciosamente, en una vibra que oscila entre lo aterciopelado y lo fantasmal, pero pasados los 5:20 aparece una voz que se va volviendo cada vez más furiosa hasta hacernos entrar de lleno en el torbellino emocional que se viene a la cabeza cuando hablamos de la banda. Es el único instante en el que Deafheaven se muestra tal y como lo conocemos: intenso, caótico, glorioso y catártico. Cuando estábamos listos para sacar una foto a cuerpo completo, los estadounidenses se mueven con las ganas de dejar unos puntos suspensivos en la mesa y mantenernos atentos a su próximo giro, como si quisieran decirnos que no se han olvidado de quienes son. Más allá de que hayan transado la intensidad que resalta tan bien en sus cuatro primeros registros, lo nuevo de Clarke y su tropa se la juega por un trabajo en el que las canciones sean tan importantes como el producto completo. Oídos más acostumbrados a DIIV o incluso American Football los podrían ver como extranjeros, quizá con la misma suspicacia que algunos fanáticos del metal los veían antes. Para oídos más cercanos a lo pesado, la vuelta es un tanto más llamativa, ya que traducen de gran manera el lenguaje de lo alternativo en un sonido meta más robusto que el original manteniendo el sentido, la coherencia y la cohesión. Puede que este sea el principio de una nueva era en la carrera del quinteto, o solo un desvío para retomar en gloria y majestad el blackgaze en una próxima incursión. Si escogen el primer camino, hay espacio para pulir lo que falta y acotar aún más ciertos clichés que, dicho sea de paso, no afectan el curso del largo. Si escogen el segundo camino, el sendero es más conocido. Ya en el período de “Ordinary Corrupt Human Love” (2018) nos preguntábamos que aguardaría el futuro para este conjunto demasiado duro para el indie, pero demasiado luminoso para el metal de la vieja escuela y esta es una respuesta contundente, pero no del mañana, sino que del hoy. Aquí están y esto es lo que son. Si hay algo que sigue enamorando de Deafheaven, es su capacidad para desorientar y crear una experiencia infinita en la que no todo está 100% dicho y ese tipo de insinuaciones mantiene la llama encendida en “Infinite Granite” (2021). Pablo Cerda Tags #Deafheaven #Infinite Granite Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus. 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