Bob Dylan Highway 61 Revisited Miércoles, 30 de Agosto de 2023 1965. Columbia Qué difícil es hablar de Dylan. Sus discos, su trayectoria, sus shows, sus palabras. Uno nunca sabe por dónde tomarlo. Si él mismo ha declarado que algunos de los discos malos que hizo fueron a propósito. Que durante años le tomó el pelo a la prensa mintiendo en innumerables entrevistas. Lo que provoca y ocurre con su obra no tiene igual en el mundo de la música popular. Tiene demasiadas aristas. Prepárense, que si a alguien le pareció largo y latero el comentario de “The Freewheelin’”, para “Highway 61 Revisited”, probablemente el más popular de sus trabajos, no les prometo nada. A diferencia de la casi totalidad de artistas que tienen su peso o se le acerquen por lo menos (qué pocos que son: The Beatles, los Stones, Led Zeppelin, Pink Floyd y un par más), cuando la gente habla de Bob Dylan, no habla de sus discos. Habla de sus canciones. Todos han escuchado (hablar por último de) “Sgt. Pepper”, “Led Zeppelin II”, “Exile On Main St.”, "The Dark Side of the Moon”, etc. Pero vaya uno a saber porqué, no creo que sean muchos los que resisten un LP entero de Bob. Mala cosa. “The Freewheelin’”, “Times They Are A-Changin’”, “Blood on the Tracks” y su trilogía dorada, “Bringing It All Back Home”, “Highway 61 Revisited” y "Blonde on Blonde”, no tienen canciones malas. Hasta 1964, Dylan era más “la voz de una generación” que “un gran músico”. Esa tontera de que era una especie de Mesías desencadenó una locura en su entorno. Qué extraña patología sufría la población mundial en 1964, el mismo año en que se desató la Beatlemanía… nadie podía contener la racionalidad. El mundo estaba vuelto loco (quizás por eso vendrían la revolución en la segunda mitad de la década), por Dylan en especial. El tipo estaba cansado de declarar que sus canciones no tenían mensaje ni pretendía influir a nadie, pero nadie hacía caso. Como eco a eso, Bob decidió actuar del mismo modo: no hacerle caso a nada ni nadie, y comenzó a vivir en su propio mundo, que ya era bastante surrealista con lo que su fama había generado. “Bringing It All Back Home” fue el primer paso. Chao a las letras con conciencia social, vamos a contar historias, que nadie más se ande sintiendo “interpretado” por lo que Bob cantaba. Y dejó de lado también el minimalismo que representaba su figura acompañada sólo de una guitarra acústica y su harmónica. Hagamos una banda. Hagamos blues, busquemos la conexión con el rock n’ roll. La revolución fue a medias, pues el segundo lado de aquel disco incluía temas como ‘Mr. Tambourine Man’, sin banda, que sonoramente seguían recordando al viejo Dylan. El siguiente paso sería más extremo. El elemental “Bringing It All Back Home” apareció el 25 de marzo de 1965. Tan solo cinco meses después llegaba la hora de “Highway 61 Revisited”. Este nuevo trabajo se grabó tan sólo en seis días, y la gran diferencia con su antecesor era que no habría concesiones. Así lo demostró en su mítica presentación en el Newport Folk Festival mientras aún no finalizaba la totalidad de sus temas nuevos, pero tocó enchufado, generando abucheos (los primeros de muchos que vendrían), marcando un momento clave en la historia de la música norteamericana. Son solamente nueve canciones. O mejor dicho, ‘Like a Rolling Stone’ y ocho más. Una de las mejores canciones de todos los tiempos, que no tiene época, ni público, ni estilo. Es universal. Los versos los extrajo Bob de un intento de novela que estaba escribiendo, rescatando extractos muy potentes, partiendo por el coro, ¿no? No la voy a citar ahora, probablemente buena parte de los que se den el trabajo de leer este review puedan recitarla de memoria. Lo mismo que la historia de cómo se grabó. La banda, que sí suena como banda, no hay dudas, fue especialmente armada para estas sesiones, con Michael Bloomfield en guitarra principal. Había otro guitarrista en la sesión, Al Kooper, que al ver la técnica de Bloomfield, guardó su guitarra y sintió que hasta ahí nomás llegaba su participación. Los dos primeros días de grabación, Dylan se concentró exclusivamente en ‘Like a Rolling Stone'. Decidió que se incluyera un teclado para apoyar a las gruesas guitarras, que no sonaban tan rockeras y ése es uno de los sellos del tema. El puesto del tecladista estaba desierto, y Kooper insistió en hacerlo él, pese a que nunca antes en su vida había tocado el instrumento. Improvisó su acompañamiento sobre la marcha. Dylan fue a escuchar lo que habían registrado a la sala de control y pidió que subieran el volumen del teclado. De ese improvisado tecladista había nacido uno de los momentos más inolvidables en la historia del rock, lo cual no es poco. Comenzar a adjetivizar ‘Like a Rolling Stone’ es un trabajo inútil. Porque no existen palabras en nuestro lenguaje que den la talla a semejante canción. Lo que sí puedo decir, es que no es tan difícil entender porqué encantó a todo el mundo, los viejos fans de Dylan (los anti-bluseros, por decirlo así) y el público que estaba recién encantándose con lo que hacía. Como mencioné, el sonido de las guitarras no era todo lo duro que los extremistas decían, muy por el contrario, una distorsión muy liviana. El teclado, bueno, fenomenal. Pero además, Dylan aporta con dos detalles claves: el primero, que a diferencia de muchos cortes folk de sus discos iniciales, acá se esfuerza por cantar, lograr melodías con su característica voz, dando un salto inmenso; y segundo, que no abandonó su armónica, y por más rockero que pueda parecer un tema, si el solo principal es de armónica y no de guitarra, algo quiere decirte eso del intérprete. (Como sugerencia busquen un demo de ‘Like a Rolling Stone’ acústica, se les van a triturar los huesos). Aquí comienza el resto del disco. Con la genial ‘Tombstone Blues’, que repite la vibrante fórmula de ‘Subterranean Homesick Blues’, con un ritmo acelerado (el más veloz de los Bob Dylans de la historia) llevado también por su guitarra acústica, y la eléctrica de Bloomfield sólo aparece como guitarra principal, no rítmica. Este era definitivamente otro Dylan. La letra ya no inspiraba a nadie, sino que solo parecía inspirada en sí misma, muy loca y deschavetada, casi como un desafío de Dylan a sus seguidores de antaño: “interpreten esto”. Otro momento cumbre del disco. ‘It Takes a Lot to Laugh, It Takes a Train to Cry’ es mucho más que una gran frase. Un dulce blues, probablemente uno de los temas en que mejor canta Dylan de toda esta época de mediados de los sesentas. Qué calmado y controlado se le siente, qué buenos tonos que se propone. Con gran harmónica incluida, una delicia de canción. ‘From a Buick 6’, en cambio, es rocanrol, sin apellidos. Dylan bailable, qué tal. ‘Ballad of a Thin Man’ es un ácido e indisimulado ataque a un periodista, un tal Mr. Jones, que llama la atención que nunca quedó claro quién era, con lo evidente que era la letra. Acá Bob no busca versos hermosos ni frases para el bronce, sino que va directamente al hueso. Con la locura que rodeaba al fenómeno de Dylan, debe haber existido más de un Mr. Jones en la época. ‘Queen Jane Approximately’ nos regresa al campo sonoro de ‘Like a Rolling Stone’, con la excepción de que la guitarra de Bob suena sacada de los años 50, lo que inevitablemente te hace ponerle atención. La palabra “locura” se ha utilizado más de una vez en este comentario. ‘Highway 61 Revisited’ entonces merece más calificativos que ese. Es lo más chiflado del disco, desde su mismísimo inicio. La primera estrofa hace referencia al capítulo bíblico en que Dios le pide a Abraham que sacrifique a uno de sus hijos. “Dónde quieres que lo mate?” le pregunta Abraham a Dios, y éste le responde “on Highway 61”. Genial. Un tema entretenidísimo por dónde se le tome. El final es de antología. En este caso, la penúltima canción, ‘Just Like Tom Thumb’s Blues’, es probablemente uno de los mejores temas y a la vez de los más subvalorados de Dylan. Su melodía deliciosa está a la altura de un ‘Blowin’ in the Wind’, el mismo Bob se esfuerza para con su voz hacer honor a la tremenda composición que tenía en sus manos. De cierre, la acústica ‘Desolation Row’, que puede parecer un saludo al “antiguo Dylan” más metido en el folk, pero lo cierto es que tenía su versión blusera y eléctrica también, pero Bob decidió a última hora hacerla acústica para cerrar la placa y darle otro carácter. Sonoramente nos recuerda de dónde venía Dylan, y que por más rocanrolero que sea “Highway 61 Revisited”, él no era cualquiera no pretendía mezclarse con la masa. Cualquier cosa menos eso. Muchos dicen que “Highway 61 Revisited” cambió el rock para siempre. Discrepo. Creo que fue la evolución de Bob Dylan, que incluyó “Bringing It All Back Home”, “Highway 61 Revisited” y “Blonde on Blonde” los que en buena medida lo hicieron. Eso, sin dejar de lado lo influyente que fue su etapa folk, pero en la cual Bob era un joven cantautor. El rockstar nace cuando se puso eléctrico. Vean sus imperdibles documentales, “Don’t Look Back” y “No Direction Home”, y van a encontrarse con el auténtico rockstar, que a diferencia de The Beatles, tuvo que cargar todo el peso de su fama y el desenfreno que generó en sus hombros. La metamorfosis que, lamentablemente, lo terminó aislando tras su accidente en moto y tras lo cual nunca volvería a ser el mismo personaje protagonista de la escena rockera mundial que fue en los sesentas. Estos son los años del Dylan que se pasea en limosina con John Lennon, que guitarrea con Ray Davies, que le tomaba el pelo a los periodistas, que insultaba a sus propios fans. Entre 1963 y 1966 editó seis de sus trabajos más notables. Cinco por lo menos merecen un lugar en los libros de historia (mundial, no musical). Y es una tragedia que pocos se den el tiempo para escucharlas de principio a fin. Difícil de entender, pero fácil de explicar: todo lo que rodea a “ese” Dylan es una locura. Todo. Incluyéndolo a él. Juan Ignacio Cornejo K. Tags #Bob Dylan # Highway 61 Revisited Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus. 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