Mon Laferte

2023. Universal Music México

Pareciera que en los últimos años los artistas se están atreviendo cada vez más a jugar e innovar con la música, perdiendo el miedo a desafiar los límites de las texturas sonoras y las convenciones musicales ya impuestas. Este fenómeno ha encontrado expresión en diversas obras, especialmente en aquellas creadas por mujeres, quienes por lejos han llevado la batuta a la hora crear por y para el arte. Mon Laferte, en ese sentido, no se ha quedado atrás.

Su trabajo siempre ha sido algo fascinante de visitar, y eso es porque uno no tiene idea de lo que le depara en cada propuesta, dada su naturaleza inquieta, creativa y en continuo movimiento. No hay dos discos iguales, sino más bien amalgamas dispares unidas por el sentimiento de: la pasión y el amor por concebir música desde las entrañas. Por eso es que en su octavo álbum, “Autopoiética” (2023), la compositora, da rienda suelta a su imaginación y a su carácter en un total despliegue de estilos multiformes, bañándonos de su universo personal plagado de sus obsesiones musicales, que nos permiten conectar con ella, ahora, desde la reinvención y la libertad. Por lo que se podría decir que es un retorno a la esencia más alternativa de sus primeros años de carrera, ya que se abre al uso de nuevas herramientas, creando composiciones a partir de bases llamativas, samples de melancolía moderna y letras autobiográficas. He ahí el origen del nombre, “Autopoiética”. La chilena, creyente de la obsolescencia en los géneros musicales, adopta el lenguaje científico como metáfora para referirse a la redefinición constante de sí, algo que se relaciona estrechamente con sus dichos hace unos meses: “Me gusta creer en la idea de un renacimiento constante y convencerme de que, a pesar de las adversidades de la vida, tengo la capacidad de seguir reinventándome, ese es el gran don que todos tenemos”. En estos 45 minutos de desemejante trayecto, hay de toda esa filosofía y más.

Iniciando desde el desgarrador bolero trip-hop, full experimental, ‘Tenochtitlán’, que pone la tónica ecléctica que anticipa la diversidad y la exploración que define el resto del material -y que da ciertos guiños a Portishead-, el álbum se la juega también por bloques de cumbia con el tema lo-fi distorsionado ‘Te juro que volveré’ y la festiva ‘Metamorfosis’, que oscilan de la mano de momentos más urbanos como con la contestataria ‘NO+SAD’, que se podría describir solo como un reggaetón gótico dedicado con especial amor a quienes la desairan. Asimismo, la atrapante ‘Autopoiética’ representa el epítome de la síntesis de techno crudo con pequeños destellos de salsa, y que fácilmente podría sonar en un rave. Una primera parte que es impredecible, que te engancha de una y no te suelta.

La marcha continúa con la incendiaria ‘Préndele Fuego’, la cual añade un toque bossa nova que fluctúa entre la provocación explícita y la elegancia de manera genial. Similar pasa con la exquisita ‘Levítico 20:9’, uno de los grandes highlights, en donde Laferte saca a relucir toda su potencia vocal -y que sí, se venía echando de menos-, acompañada solamente de una guitarra acústica. Otro punto interesante y que merece especial oído, es ‘Pornocracia’, el segundo bolero presente, pero que tiene una pincelada media siciliana. En ‘40 y MM’ resurgen las voces etéreas del hip-hop electrónico de los ‘90 y los ritmos suaves, mientras que ‘Amantes Suicidas’ hace un interludio de salsa setentera, esas con todas las de la ley.

Aun así, no todo se siente tan fresco. ‘Mew Shiny’ es una balada clásica spanglish que coquetea con la sentimentalidad empalagosa y que se luce por un solo de guitarra arreglada para sonar a rock clásico, en uno de los momentos de declive disco. Sin embargo, antes de decaer del todo se recupera con la llegada de ‘Casta Diva’, una majestuosa reinterpretación de la pieza de la ópera de Vincenzo Bellini, “Norma”, en donde reina precisamente lo mejor de aquel género gracias a un coro impresionante y matices sugerentes al dembow, bajando así el telón de forma apoteósica.

Más que simplemente homenajear al pasado como con sus placas anteriores, “Autopoiética” opta por trascender la mera reverencia histórica, mostrando una audacia inventiva que le sienta muy bien. Por lo mismo, al ser la obra más experimental de Laferte, puede no ser del agrado de aquellos con criterios más tradicionalistas en cuanto a la fusión de géneros que, en teoría, no deberían ir juntos. Al menos no a primera escucha. Lo que deja en claro es que pese a quien le pese, a Mon Laferte no se le encasilla; se le escucha y se le siente.

Bárbara Henríquez