T. Rex

1972. EMI

Soy de esas personas que creen que la banda indicada puede impactarte de tal manera que lo cambia todo. T. Rex fue justamente eso. Después de enamorarme perdidamente de la prosa estética y desbordante de glitter de Marc Bolan en “Electric Warrior” (1971), el segundo flechazo me llegó directo al corazón con “The Slider" (1972), un disco que no solo reafirmó mi admiración hacia él, sino que en terrenos profesionales afianzó a Bolan como un artista completo que competía en su propia liga -y en la de Bowie.

 

Para contextualizar, T.Rex para entonces se encontraba en la cima de las listas británicas gracias al golpe maestro que dieron con “Electric Warrior”, marcando el inicio de un año verdaderamente histórico para el grupo. Sin ir más lejos en mayo, conseguirían ubicar tres álbumes en el número uno del ranking inglés: el recopilatorio “Bolan Boogie", el doble disco “Tyrannosaurus Rex: A Beginning", y “The Slider", consagrando así a T. Rex como la primera banda en obtener tres números uno en un solo año desde The Beatles, una distinción no menor.

Fiel a su naturaleza disruptiva y rebelde, Bolan se negaba a ser encasillado en un solo estilo y en “The Slider” le dio aún más rienda suelta a su versatilidad al fusionar glam rock -del cual era amo y señor- con hard rock, rock and roll y proto punk. Creatividad que queda bien encapsulada en la icónica portada en blanco y negro con letras rojas, con el acierto fotográfico de Ringo Starr en el set del documental “Born to Boogie” (1972) que ambos protagonizaron. El séptimo de la saga de la T. Rextasy fue grabado en el Castillo de Hérouville en Francia, y como curiosidad, fue concebido en tan solo cuatro días, donde compusieron y grabaron aproximadamente 20 canciones, con un extenuante horario de trabajo que empezaba muy temprano en la mañana y culminaba a altas horas de la noche.

Ahora, lo que nos convoca. Hablar de este disco se siente realmente como sacar a relucir viejos pasajes multicolores, escarchados y llenos de plumas, como es el caso del primer track, y uno de los sencillos responsables del éxito masivo del disco, ‘Metal Guru’. Abre con una torrencial lluvia de riffs y el sensiblero grito de Bolan, vistiendo y encarnando lo que sería la esencia de este nuevo sonido: matices pesados, voces feroces y, claro, una inagotable palabrería de letras rápidas y surrealistas. ‘Mystic Lady’ hace un homenaje a las raíces folk que escuchamos en los orígenes del conjunto. El tema acústico es muy dulce y danzante, el cual es una oda a una hechicera mágica y misteriosa, al igual que la línea narrativa fantástica que sigue con ‘Ballrooms of Mars’, una de mis favoritas de todo el álbum. Cargada de nuevo a la ensoñación y la ficción, nos adentramos por los salones de baile de Marte, transportándonos a través de la suave voz del cantante. Otra característica bella de esta canción es la guitarra al final que, sin duda, la lleva al siguiente nivel.

La chirriante ‘Rock On’ combina un piano boogie, aunque es un tanto reiterativa al apostar por lo seguro. No obstante, las cosas después de esta pista solo mejoran, como por ejemplo con el rock lento y guitarrero ‘The Slider’ y los clásicos y pegadizos rocanroles de ‘Baby Boomerang’ y ‘Baby Strange’. Las secciones de cuerdas de ‘Rabbit Fighter’ conforman un tema tan envolvente como el que perfeccionaría más adelante el mismo Bolan con la reconocida ‘Teenage Dream’ en 1974. Otra joya acústica es la extraña y hermosa ‘Spaceball Ricochet’, que, a pesar de su letra dicotómica, posee un encanto muy único y evocativo.

Ya para ‘Buick Mackane’ se vuelven a subir los decibeles y se redirecciona hacia un rock pesado. Con su icónico compás marcado y acelerado, hace que suene tanto bailable como agresiva, capturando fielmente la esencia salvaje del glam de los ingleses. Tiempo más tarde, este sencillo sería notablemente versionado por Guns N' Roses en 1993. ‘Telegram Sam’ hace un repaso por lo que veníamos escuchando hasta este momento: muchos falsetes, riffs boogie y letras provocativas y autorreferentes, con la innovación de un atrevido saxo que se escucha asomarse a medio camino. ‘Chariot Choogle’ revela cómo T. Rex tomó el peso del rock basado en el blues hipermasculino y lo reemplazó por algo mucho más andrógino, desafiando los estereotipos con un ritmo dinámico y una entrega vocal ambigua. ‘Main Man’ posee un compás sosegado y sensual muy suave que muestra un lado más introspectivo del frontman. La canción combina elementos del glam con un toque casi bluesero, manteniendo un tono íntimo y melódico, concluyendo así esta fantástica y linda travesía.

Cuesta pensar que ha pasado más de medio siglo desde la publicación de un larga duración que se escucha tan vigente, y esto se debe a que, a lo largo de las décadas, cada generación de músicos ha encontrado inspiración en T.Rex y se ha encargado de enaltecer sus acordes, de alguna u otra manera. Solo basta con mirar la portada de “The Slider”, donde Marc Bolan, con su emblemático sombrero de copa, sin saberlo, sentó las bases del estilo que más tarde adoptaría Slash. Esta influencia trasciende géneros y épocas, dejando su estela en artistas tan diversos como Nick Cave, Joan Jett y Julian Lennon, así como en figuras contemporáneas como Jack White, The Black Keys, Father John Misty, e incluso Kesha, quienes llevan en su ADN sonoro la herencia que Bolan sembró hace décadas. Por lo mismo, es que nunca está demás recordar dónde empezó todo. Larga vida al rey del glam.

Bárbara Henríquez