Soda Stereo

1986. CBS

El tercer disco de Soda nace en 1986 bajo el nombre de “Signos”. Este es el primer gran trabajo del trío argentino, encargado de abrirles el paso para tocar temáticas de mayor profundidad y probar nuevos sonidos, sumándole la mística del proceso que vivía Zeta Bosio, Charly Alberty y Gustavo Cerati, siendo este último además el encargado de escribir las letras en una sola noche. A pesar de la presión por el poco tiempo que tenía, y encontrar ayuda para esto en la cocaína, Cerati logró algunas de las mejores letras y de los temas más recordados de su carrera.

 

Con “Signos”, Soda Stereo llegaría a Chile para tocar en el Festival de Viña el año 1987, hecho que serviría para dar cuenta del alcance que estaban teniendo en aquel entonces, desatando así la Soda manía por todo el continente, convirtiéndolos en la primera gran banda sudamericana en tener tal repercusión.

Las temáticas tratadas en este disco van desde el despecho producto de una ruptura amorosa, hasta el abuso de cocaína por el que pasaba Cerati en aquel entonces, amplio espectro tratado en su totalidad con el mismo romanticismo. Con una fuerte influencia de géneros como el new wave y el post punk, presentes en grupos como Joy Division y The Cure, logran desprenderse del estilo más ligado a The Police que tenían en un inicio, demostrando una evidente maduración musical. Cabe destacar que “Signos” fue el primer álbum argentino en salir en formato CD y, por las condiciones de fabricación de la época, fueron hechos a pedido en Holanda.

El primer tema es ‘Sin Sobresaltos’, cuya temática va del morbo de ver la guerra en televisión desde la comodidad del hogar. El estilo que presenta se desprende de lo ya visto, ocupando arreglos de vientos con un ritmo festivo y alegre. Continúa un clásico, ‘El Rito’, con una lírica sensitiva de gran connotación sexual, hablando de los instintos más bajos del ser humano, aquel deseo de poseer lo prohibido. ‘Prófugos’, es quizás el más conocido de este larga duración y uno de los clásicos infaltables en cualquier playlist de rock latino. Pegajosa y bien elaborada, con una batería potente por parte de Alberty y unos riffs de guitarra inconfundibles, con una letra sobre esas relaciones de amor tóxicas. ‘No existes’ empieza con un sonido oscuro y envolvente. Una canción casi literaria, creando imágenes en la mente y la narración perfecta de la negación de la figura amada, gritando a todo pulmón: “¡no existes!”. ‘Persiana Americana’ es otro tema icónico, creado en colaboración con el director de cine, Jorge Daffunchio. Gestándose a través de un concurso en donde pedían que enviaran letras para luego ser musicalizadas, vuelve a salir la temática sexual, esta vez de la mano de un personaje voyerista. ‘En Camino’ también fue escrita por alguien ajeno al trío, esta vez por Isabel De Sebastián. Su musicalidad es envolvente y acelerada, tratando nuevamente la decepción amorosa como su musa.

Terminando está ‘Signos’, donde volvemos a apreciar aquel despecho emocional en lo amoroso que nos presenta Cerati. El ritmo es una constante que iría adoptando la banda en sus próximos trabajos, de un temple más lento, melancólico, como se demuestra años después en canciones como ‘En la Ciudad de la Furia’. Aquí destacan los teclados, dándole ese toque mágico y perfecto, jugando con el rasgueo de la guitarra. Todo acaba con ‘Final Caja Negra’ que, al igual a lo ya visto anteriormente, tiene ese juego conceptual y un estilo que hace recordar a The Cure. El concepto viene de las cajas negras de los aviones, y habla de salir de eso y las cosas que nos retienen, destacando principalmente los teclados.

Por todo lo dicho anteriormente, este trabajo logra desprender a Soda Stereo de una agrupación común y corriente a una de solo éxitos, dándoles una profundidad que juega con el arte y la poesía, con letras que dibujan escenas, momentos, y un sonido que logra hacer sentir cosas en lo más profundo. A esto le sumamos la influencia que ganaría con el tiempo, creando así definitivamente un movimiento de rock a nivel continental y dictando cómo debían ser las cosas de ahí en adelante. Sin duda hay mucho que agradecerle a “Signos”.

Tomás Araya