Paul McCartney and Wings Band on the Run Martes, 05 de Diciembre de 2023 1973. Capitol No conformes con sus disputas al interior de The Beatles, la primera mitad de los setentas fue testigo del distanciamiento casi definitivo de Paul McCartney y John Lennon. Ataques no sólo a través de canciones, sino también de la prensa. Pero lo más interesante, y tal vez lo único provechoso de todo esto, fue esa competencia por sacar mejores discos día a día. Un reto que hasta 1973, tenía un claro vencedor: Lennon. A los notables “Plastic Ono Band” e “Imagine”, ese mismo 1973 agregaría “Mind Games”, otra obra de arte. Paul había tenido 2 grandes discos, como “McCartney” y “Ram”, pero luego vendrían un par de tropiezos, que sumados a las eternas críticas hacia su composición carente de riesgo (una crítica totalmente válida en mi opinión), pusieron a John varios pasos arriba de Macca, quien trabajaba junto a su banda The Wings. Pero aquel año 73, la cosa comenzaba a cambiar. Gracias, nada menos, que al Agente 007, James Bond, y su banda sonora, que incluía la ya clásica ‘Live and Let Die’ de McCartney. Una canción completamente novedosa, llena de cambios de ritmo, rocanrol, actitud y adrenalina. Todo lo que le faltaba a los discos anteriores de Paul. Y en ello se concentró. El resultado fue esta placa llamada “Band on the Run”, un LP lleno de calidad, de composiciones más arriesgadas, y seguramente uno de sus trabajos más interesantes como solista. Siempre he creído en que Lennon era más arriesgado y loco que McCartney, pero que cuando Paul se proponía ser como su compadre/rival y sacarse la chapa de “simple y cómodo”, alcanzaba sus mejores momentos, llegando incluso a superar a John. Acá Macca se pone casi ofensivo: “Está bien, basta de ‘Let it Be’ y ‘Maybe I’m Amazed’. ¿Quieren ver de lo que soy capaz?”. Sabemos que cuando Sir Paul quiere hacer algo en grande, lo hace gigantesco. ‘Penny Lane’, ‘Hey Jude’, ‘Helter skelter’ o ‘Live and Let Die’ son ejemplos, cada uno en su estilo, de canciones “demasiado” grandes, “demasiado” buenas. La misma fórmula es aplicada acá. Y de la mejor manera, como en sus mejores años. ‘Band on the Run’ es la grandilocuencia misma. Todo lo exagerado y ambicioso que es Paul está concentrado en esta joya. Una primera parte con guitarra slide y sintetizador, para pasar a un segundo tramo más funky, que deriva en un quiebre medio progresivo, hasta que ingresa esa épica guitarra acústica, y entramos a la tercera y última parte, donde uno de los primeros versos que se oyen es “I hope you’re having fun”. Bueno, con una canción así, el asombro opaca a la entretención, al menos en la primera escuchada. ¡Qué temazo! Las primeras 2 partes se sienten experimentales, pero la canción de verdad, los últimos 3 minutos, son el McCartney más melódico que recuerde de sus años solistas. Realmente Paul maneja bien estos collages musicales. ¡Cómo no va a saber, es cosa de escuchar el segundo lado de “Abbey Road”! A eso agreguémosle la progresión narrativa de la canción, del hombre que está en prisión, resignado a quedarse para siempre ahí, pero que finalmente escapa, todo ello representado por la música, pues la última parte se siente la “libertad”, la alegría. Esta genialidad llamada ‘Band on the Run’ sigue siendo un imperdible en los shows de Mc, y con los años ha ido ganando en espectacularidad y ritmo. Nadie que admire a Paul puede morir sin escuchar esta canción, así de categórico. ¿Qué puede venir después de tamaña canción? O se mantiene el nivel (casi imposible, digámoslo) o se asume que hay que volver a la simpleza. Eso hizo Paul, pero supo hacerlo. Porque se lanzó con ‘Jet’, una canción que empieza también muy grandilocuente, pero que pronto se lanza en un intenso rocanrol, cuyo gruesos teclados recuerdan inmediatamente a los de ‘Children of the Revolution’ de T. Rex, pero aquel elemento se olvida rápidamente. Guitarras funky, piano, saxo, todos instrumentos que alimentan un rock & roll de esos que siempre quiso hacer Paul, tan memorizables como los de los Beach Boys, pero tan contundentes como ‘Helter Skelter’. La simpleza de la que hablamos en el fondo no es tal, porque aquí también hay cambios de ritmo y varias partes distintas. La diferencia es que aquí no hay una primera, otra después y una que cierre. Están intercaladas, como normalmente lo hace McCartney. Por eso, más que simple, esta canción es más “normal”. Aclaremos, “normal” para un tipo como Paul McCartney, uno de los mejores compositores de todos los tiempos. Bueno, si alguien extrañaba al Macca de “canciones para abuelas” como alguna vez dijo Lennon, llega ‘Bluebird’. Claro, el más clásico de sus estilos, pero si John se refirió a este tipo de canciones de manera peyorativa, acá Paul demuestra que sí pueden hacerse grandes temas en esta onda. Una bonita melodía, una refrescante interpretación, y una simpleza instrumental que resulta casi caricaturesca al lado de lo grandes que eran ‘Jet’ y especialmente ‘Band on the Run’. Una clásica canción simple y efectiva del McCartney más accesible. ‘Mrs. Vandebilt’ es otra muestra de que Paul sabe lo que hace, sabe cómo llegar a la gente, y que sabe como gustar. Tomándole prestados algunos elementos a ‘Things we said today’ del “A hard day’s Night”, nos presenta una composición pegadiza, tremendamente rítmica y curiosamente simple. Repite el concepto de ‘Jet’, de frases cortas, palabras fáciles de recordar, y constantes cambios de ritmo. La única diferencia es que acá hay un aire al “White album” mucho más intenso. Llegamos a otra de las clásicas en el repertorio de Paul, ‘Let me roll it’. Un tema que ha sido erróneamente calificado como “la respuesta de McCartney a ‘How do you sleep?’ de Lennon”. Sí se le puede relacionar a Lennon en el sonido tan Plastic Ono Band, y como históricamente fue en The Beatles, Paul le responde a John llegando a niveles altísimos. Hasta la voz de Paul suena parecida a la de su eterno partner. Así de “lennoniana” es. ‘Let me roll it’ debe ser uno de las composiciones con más cojones que jamás haya escrito McCartney. El riff de guitarra es puro coraje, y sumado al muy denso teclado, hacen de esta pieza una auténtica aplanadora. Para quienes conocen el lado activista de Paul y su difunta esposa Linda, ‘Mamunia’ les va a parecer una canción “consecuente”. Es, por explicarlo de alguna manera, un tema “ecológico”. Acá se siente la presencia de Linda por todos lados, pues está cantada casi entera por la pareja, a 2 voces. ‘No words’, por su lado, no son los Beatles, por más que así se sienta. A la segunda voz de Linda, se agrega la del co-autor, el guitarrista Denny Laine, y la mezcla hace que suene idéntico a la voz de Lennon, como en los buenos tiempos de los Fab Four. Además, el solo de guitarra es muy Harrison, y la melodía es tan dulce como las de ‘Penny Lane’, ‘Golden Slumbers’, ‘Two of Us’ o cualquier maravilla “McCartniana” de los últimos LPs del cuarteto de Liverpool. ‘Helen Wheels’, otro de los hits de Paul, no estaba incluida inicialmente en “Band on the Run”. Fue lanzada como single, antes de la publicación de la placa, y su éxito fue tal que el sello la metió a último minuto. En la reedición de esta obra clásica, McCartney se salió con la suya (cuándo no) y la sacó. Pero de todas formas, pertenece al mismo periodo creativo, y nos muestra que cuán diverso era el espectro creativo de McCartney. Otro rocanrol, éste más livianito que ‘Jet’, pero igualmente efectivo. Un gran riff, influencias muy norteamericanas, y un coro a prueba de rankings radiales. ‘Picasso’s Last Words’ tiene su historia propia. Cuentan que fue el actor Dustin Hoffman quien retó a Paul a componer un tema a partir de las supuestas últimas palabras del pintor, aquel verso de “drink to me, drink to my health, you know I can’t drink anymore”. Pero mucho más trascendente que aquello es cómo está estructurada esta brillante composición. Tiene varias partes, incluso hay menciones a otros temas de la misma placa, como ‘Jet’ o ‘Mrs. Vandelbilt’. Tiene una compleja mezcla de ritmos, pomposos arreglos, y todo termina siendo una especie de ópera. Seguramente como canción para cantar y seguirle el ritmo es demasiado extraña, pero es una evidente muestra del virtuosismo de McCartney. Finalmente tenemos a ‘Nineteen Hundred and Eighty Five’, con su entretenidísimo piano, y con sus interesantes cambios de ritmo se presenta perfecta para cerrar un discazo así. Es mucho más larga de lo que parece, pero es también infinitamente más importante que la clásica “canción de cierre”. Por algo, termina con el coro de ‘Band on the Run’. Repitiendo el concepto de “Sgt. Pepper”, Paul vuelve a hacer referencia a alguna otra pieza del mismo LP, incorporando a la atmósfera la idea de redondez, de completitud, de que nada está hecho al azar, de que todo tiene que ver con todo. Muchos dicen que la música es para disfrutarla, que es corazón, no tanta cabeza. No estoy tan seguro, sin tanto cerebro, ésta entrega de Macca no sería ni la mitad de genial de lo que finalmente es. Todos quienes alguna vez acusaron a McCartney de simplón o cosas por el estilo, acá terminan de irse de espaldas, tantas canciones con cambios de ritmos y de varias partes crean un ambiente tremendamente intenso. “Band on the Run” se disfruta pero a la vez te deja demasiado intrigado. Cada nota que puso aquí Sir Paul “puede” tener una segunda intención, “puede” marcar un camino alternativo. ¿Cómo saber cuáles eran realmente las intenciones de Paul cuando hizo cada una de estas canciones. Tantos rostros, tantas alternativas, muy lejos de confundir, aclara el panorama, al menos de quién estamos hablando: Paul McCartney, uno de los compositores más grandes en la historia del rock & roll. No lo molesten con comentarios al voleo. Aprendan a disfrutarlo. Déjalo ser. Juan Ignacio Cornejo K. Tags #Paul McCartney # Wings # Linda McCartney # Ginger Baker # Tony Visconti # Geoff Emerick # Band on the Run Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus. 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