Poison

1988. Capitol

A todos nos gusta pasarlo bien. Y es por eso que, en el fondo (tal vez muy en el fondo), a todos nos gusta Poison. O mejor dicho, todos queremos a Poison. Algunos les tienen cariño por la nostalgia que les provocan los ochentas, su juventud, cuando Poison era la música que animaba los carretes. El resto les tenemos afecto probablemente porque ya casi no quedan grupos así, entretenidos. Los Sub 30 crecimos con la imagen de Kurt Cobain, que sentía que todo era miserable, y junto a sus contemporáneos como Pearl Jam, Alice in Chains o Smashing Pumpkins, terminaron ensombreciendo la escena. Todas grandes bandas, pero ninguna como para poner un sábado en la noche, tal vez el “momento más rocanrolero” de la semana.

Calificar la música de Poison como “entretenida” no es menospreciarla, para nada. Es sólo un reflejo de lo que genera. No todos tienen ese talento especial para entretener. Por más que algunos lo hagan a la fuerza, sólo unos pocos tienen esa capacidad. La pandilla comandada por Brett Michaels sí la tiene. Y ellos la pasaban muy bien, de eso no cabe duda.

Tras una década como la de los noventas, en que las letras fueron mucho más existenciales y sufridas, quizás hoy un disco como este pueda parecernos vacío. Pero un rock & roll tan puro como ‘Love on the Rocks’ no te puede dejar indiferente. Mucho menos una canción tan explícita como ‘Nothing but a good Time’, cuyo riff parece sólo una extensión del tema anterior. Hoy, este tema es todo un himno, Su letra es explícita, nada de estar amarrado en un trabajo ni vivir estresado. “No necesito nada, sólo un buen rato”. Musicalmente no es un tema muy complejo, pero dentro del rock & roll, es una joya. Un coro hecho para grandes estadios, un solo de guitarra tan pachanguero como el título mismo. En vivo, esta canción es una experiencia inolvidable. Literalmente, una fiesta.

‘Back to the rockin’ Horse’ es tan ochentera que parece una parodia. ‘Good Love’ es tremendamente ganchera, recuerda mucho al INXS de esos años, de rock & roll bien elaborado, nada de cosas a la ligera. El riff de este tema es uno de mis favoritos de Poison, te convoca a subir el volumen al máximo. Es curioso, no es una canción que destaque mucho entre las preferidas por los fans, pero es innegable su “poder de convocatoria”. Cómo se extraña un buen tema de rock así en estos días!!! ‘Tearin’ down the walls’ vuelve a cargarle todo el peso a las guitarras, con un impecable trabajo de CC DeVille.

‘Look but you can’t touch’ empieza con un Brett Michaels gritando “let’s go!” y un una guitarra sencillamente fenomenal antes de que comiencen las estrofas. Ya van en el sexto tema de potente rock & roll y la fórmula no aburre, y Poison parece no tener límites hasta dónde puede llegar con temas así. Nadie se imaginaría que 2 años más tarde harían uno de los rocanroles más grandes de todos los tiempos, la casi perfecta ‘Unskinny Bop’. Tampoco nadie se imaginaba que se despacharían con una joyita a la altura de ‘Fallen Angel’. Qué sensacional melodía, qué coro... Aquí estos muchachos demuestran que sí saben hacer música de calidad, bien armada. Da la impresión como si el grupo se hubiese concentrado en ‘Fallen Angel’, proponiéndose hacer una canción que no sólo fuese pegadora, sino un clásico incuestionable. Es de esas composiciones que podrían estar en otro disco, que no tuviese nada de entretenido, pero así y todo seguiría llamándote la atención. Tal vez no te vaya a alegrar, porque no está hecha para eso, pero te vas a quedar pegado.

‘Every Rose has its Thorn’ es el gran éxito de esta placa. En la década de los ochentas se creó el concepto de power ballads, se le explotó al máximo (Bon Jovi, White Lion, Warrant, White Snake, entre otros grandes exponentes), pero en mi opinión ninguno lo hizo tan bien como Poison. O sea, esta es LA power ballad de los ochentas. Dijimos que éste era un disco para un sábado en la noche. Todas las otras canciones son para “conocer” chicas. Éste es para “quedarse” con la chica. La triste historia de Michaels y la stripper de la que estaba enamorado y lo engañó terminó convertida en este himno inoxidable. La gracia es que no es la balada mamona, que si la escuchas de nuevo te quedas dormido. No, quedarse dormido con ‘Every Rose has its Thorn’ es un pecado.

Pero todavía queda un rato por rocanrolear. Primero con el cover de Kenny Loggins ‘Your mama don’t dance’, que ni siquiera se siente como una “canción de otro”, calza en este álbum tal vez mejor que en ningún otro. El cierre es con la más rockera y pesada ‘Bad to be Good’, perfecta para cerrar esta fiesta de poco más de media hora.

Sé que hay mucha gente que odia Poison. Que escuchar su nombre les produce ganas de vomitar. Tal vez musicalmente no son nada del otro mundo, no descubrieron nada, como quieran. Pero como dije al comienzo, todos queremos a Poison. Porque como ellos lo pasaban tan bien (¿cómo se llamaba una de las novias de Michaels? Ah, Pamela Anderson), nosotros queríamos ser ellos!! O al menos, como ellos. Entonces, el consuelo a eso es vivir nuestra propia fiesta. Buscar nuestro propio buen rato, nuestra propia vida cargada de rocanrol. Y qué mejor que hacerlo con Poison de fondo.

Juan Ignacio Cornejo K.