La tribu al son del kultrún El lazo de la música popular chilena y la cultura mapuche Lunes, 05 de Julio de 2021 (Publicado originalmente en revista #Rockaxis207, septiembre de 2020) Los actos de violencia y discriminación del triste agosto en La Araucanía nos llevaron a reflexionar sobre las relaciones que la sociedad chilena mantiene con el pueblo mapuche. Un lazo que, en el caso de la música, ha escrito un capítulo propio, enriqueciendo nuestra música popular en géneros como el rock, pop, metal, rap, folk y fusión. Por Cristofer Rodríguez Desde el desprecio “civilizador” de la ocupación de La Araucanía a un progresivo reconocimiento en la identidad nacional a comienzos del siglo XXI, la cultura mapuche ha convivido y nutrido la cultura chilena en una historia de conflictos y encuentros, con especial acento en la música popular. La soprano Rayen Quitral y el compositor Pedro Humberto Allende fueron tempranos ejemplos de este sincretismo, que en la década de los sesenta terminó por entrar a un estado de no retorno. El espeso clima sociocultural, potenciado con la rearticulación política del movimiento mapuche en víspera de la Reforma Agraria, propició que la música popular integrará lo mapuche tanto en letras, iconografía y lo sonoro, muchas veces en un gesto reivindicación y denuncia. Violeta Parra con canciones como ‘Arauco tiene una pena’ o ‘El guillatún’, Margot Loyola con ‘Machi ül’, Patricio Manns con ‘Lautaro en el viento’ y Víctor Jara con ‘Angelita Huenuman’, inician una tradición que influyó poderosamente en bandas de diversos estilos hasta la actualidad, como Los Jaivas (‘Indio hermano’), Sol y Lluvia (‘Canción pa’ el otro exilio’), Congreso (‘Hijo del diluvio’, ‘Aroma de canelos’), Sexual Democracia (‘Marichihueu’), Jorge González (‘Mapuche o español’), Zaturno (‘Lautaro’), El Cruce (‘Mapuche’) o el mismo nombre de la banda Weichafe. A dos décadas de iniciado el milenio, hoy nadie pone en duda que la cultura mapuche alimenta los sonidos nacionales desde el rock al rap, en una fusión con interesantes aristas estéticas, políticas y culturales. Entre el aroma de las chilcas Jóvenes artistas mapuches se refieren a su experiencia poniendo en el centro de su producción musical los rasgos distintivos de su cultura. En el caso del rapero Luanko, indica que cantar sobre su pueblo se dio de manera natural. «Soy de tercera o cuarta generación mapuche que migró a Santiago, criado en barrios populares, con esa carencia lingüística, viviendo el despojo cultural, espiritual, territorial. Cuando empecé a escribir mis primeras letras, mi ser como poblador y mapuche me empezó a salir solo, porque empecé a cuestionarme. No iba a hablar del movimiento negro –que admiraba mucho–, a mí me tocaba hablar de Quilapán, Lautaro, Calfulicán, de mis ancestros», cuenta el cantante que ha ampliado su repertorio hacia una particular versión de música tropical: la cumbia rap. «Mi segundo amor musical es la cumbia. Ahí rapeo y hago cumbia en mapudungún y huincadungún (español). Eso ha gustado en las comunidades y, aunque siempre habrá puristas, la verdad es que la mezcla es algo que gusta mucho, sobre todo a los niños que cantan rap en mapudungún en vez de reggaetón». La cantautora Daniela Millaleo también recuerda que desde niña sintió un despojo cultural. «He sabido que soy mapuche, pero no porque mi abuelo o mi padre me lo inculcaron, más bien porque en el colegio me discriminaban e inventaban diversas formas para demostrarme que era "india", por mi apellido o por mi morenidad. Una vez lo hicieron y descubrí a muy temprana edad lo que era el racismo. Luego, comencé a estudiar sobre la historia de mi pueblo, qué significaba mi apellido y por qué mi abuelo vino desde el sur. Por mi parte, mi música es un proyecto político; sabía cantar, entonces me instrumentalicé para ayudar en algo a la causa mapuche». Sobre la mezcla de la música mapuche y otros géneros, Millaleo sintetiza: «puede existir de todo, si es que nacen de gente mapuche. Al parecer se omite que somos un pueblo diverso y que estamos en lugares diversos. También no se tiene claro que estamos vivos, somos un pueblo vigente y que como toda cultura, la nuestra también muta. También escuchamos esa música (rap, rock) y claramente que sí existen. A veces me toca responder ataques de que mi música no es mapuche por traer una raíz latinoamericana y yo muy cordial respondo: "claro que mi música no es mapuche, pero si la toco yo que soy mapuche, es mapuche"». Luanko tiene una lectura similar. «Hace como cinco años, en una actividad un peñi, que incluso era ex-preso mapuche, me dijo que yo no podía hacer esto, a lo que le dije que éramos un pueblo-nación, con idioma, vestimenta, comida, espiritualidad, política y territorio propio. Yo con mi rap represento a esa nación, y cuando voy fuera de Chile no hago rap chileno, hago rap mapuche, ulkantún (canto) de mi pueblo”. Hoy son los propios chilenos Un contrapunto interesante y de valioso simbolismo histórico lo conforman dos de las más destacadas frontwoman del rock hecho en Chile: Sol Domínguez de Sol y Medianoche –actual Sol y Hain– y Cinthia Santibáñez de Crisálida. En ambos casos, la filiación del rock con la cosmovisión mapuche responde a una admiración por su cultura, respeto por sus tradiciones y sus propias historias personales, lo que han manifestado a través de su vestuario, gráficas y textos de sus canciones. Domínguez aclara que vincularse con el mundo mapuche debe ser siempre una filiación personal. «Primero lo tienes que vivir, tienes que ir e involucrarte con ellos en algunas ceremonias y luego la adaptas a tus latidos del corazón, después fusionas». Santibáñez también plantea que la conexión personal y espiritual debe estar por sobre los intereses artísticos. «Los instrumentos mapuche no pueden ser tocados o exhibidos así como así. Son sagrados y solo los pueden usar los mapuches. Yo no lo soy, solo tengo la dicha de tener una amistad hermosa con varias comunidades y por lo mismo con Crisálida no hemos usado instrumentos ni sonoridades mapuche, porque es algo sagrado». Fernando Milagros reflexiona sobre cómo se conciben desde afuera las expresiones musicales del mundo mapuche. «La música mapuche como tal no existe, porque ellos no lo consideran música. Lo que hacen ellos con los instrumentos que tienen es tocar en función de un objetivo mucho más ritual, espiritual, por lo tanto, no hay músicos mapuche. En muchas culturas originarias, el chamán, que es el mediador entre el mundo espiritual y el mundo terrenal, es el que produce las músicas». Ernesto Holman, ex bajista de Congreso y actual líder del trío de etnofusión que lleva su nombre, parte desde la misma premisa. «Con nuestra mirada occidental, nunca vamos a entender a la cultura mapuche, tienen códigos existenciales indescifrables e imposibles de entender desde nuestra visión binaria, lógica y simplista, hay que convivir con ellos para entenderlos». Además, agrega que «la cultura mapuche no tiene música en el contexto estético del concepto, sus instrumentos son usados con fines ritualísticos. El concepto estético de la música nace cuando el hombre abandona el plano natural y usa a ésta como sucedánea y compensatoria de las energías naturales. Para poder existir el mapuche no necesita crear música, la contiene interiormente: en la naturaleza "todo" es música. Además, ese concepto no existe en el mapudungún, lo más cercano es el concepto newen que significa el equilibrio máximo de todas las fuerzas inherentes al hombre». Efectivamente, como en todos los casos señalados, los músicos reconocen sus propias limitantes para la producción de una música que sea la fusión de ambos mundos culturales. Pero pese a no entenderse según los ojos occidentales, existen elementos musicales (ritmos, armonías, instrumentos) en la cultura mapuche que han sido relacionados en no pocas oportunidades por músicos de diferentes corrientes musicales. Pedro Durán de Kuervos del Sur enlaza ambas tradiciones buscando aquellos aspectos sonoros presentes de manera natural en el rock. «Se pueden manifestar cadencias melódicas tanto en líneas interpretadas por variados instrumentos como en las mismas voces relacionadas propiamente con inflexiones de tono características del canto o habla mapuche. Puede haber también elementos rítmicos representativos en la construcción de los riffs de guitarra y bajo o en los mismos patrones de la batería, ritmos en 6/8 o similares». Sobre los ritmos, Holman también se manifiesta: «tenemos ritmos originales que nos otorga la tierra misma, en el caso nuestro somos de ritmo ternario, por eso en la cueca usamos 6/8 y en el choique purrum mapuche el 12/8. Antes de los mapuches está la tierra, la naturaleza, Dios que es la naturaleza. La cultura mapuche usa esos elementos, los toma y los ritualiza, y esos son los elementos que utilizo en mi música usando los instrumentos modernos que tengo a mano. En mi caso, el bajo eléctrico». Si existe una banda pionera en la fusión del rock con elementos musicales de raíz mapuche son Los Jaivas. El guitarrista Alan Reale destaca el hecho de que esta mixtura responde más bien a un interés desde los chilenos que del propio pueblo mapuche. «Un nexo como tal no hay a menos que uno lo agarre y lo fusione. Uno desde afuera agarra estos elementos, instrumentos sonoros y los vuelve musicales. Pasa con la trutruka, que no tiene notas musicales, entonces Gabriel Parra agarró los sonidos y los hizo melodías. Todo eso fue parte de su época de experimentación, de una necesidad de expresión contraria al sistema, por eso se permitieron hacer eso». Sobre la utilización de instrumentos, el guitarrista agrega que «cuando me ha tocado ir a la zona sur y hemos tenido encuentros con Lonkos, ahí he visto la real función de sus instrumentos, con su cosmovisión, pero al mismo tiempo su respeto por nuestra música. Es algo mutuo. Se genera siempre una unión y agradecimiento, nunca con el objetivo de banalizar su cultura, y creo que hemos logrado transmitirlo a las comunidades. Es muy bonito lo que se da». Además del ritmo y los instrumentos, el idioma también ha sido citado, según expresa Pascuala Ilabaca. «Hay una musicalidad en el mapudungún que es difícil para quienes no hablamos esa lengua. Además, hay diversidad de pronunciaciones, el mapudungún de Argentina, por ejemplo, tiene otro sonido. Me gusta mucho como suena y las imágenes que crea». Tal como han expresado los otros artistas entrevistados, la cantante recuerda que el uso del mapudungún en sus canciones implicó un acercamiento y comprensión de sus formas de vida, desde lo sociopolítico a lo espiritual. «Cuando grabé ‘Machi’ y ‘Señas para llegar a mapu’, me apoyó el Lonko Llao Paillao con el idioma. Me costó que me quisiera ayudar, un día volvió de un guillatun en el sur y me dijo, “ya, ahora sí, la Machi me dijo que tengo que ayudar a la gente de Valparaíso a aprender sobre nuestra cultura». Percutiendo los kultrunes Según el libro “Rock entre Araucarias. Cinco décadas de historia en la Novena Región” del periodista y músico Nelson Zapata, La Araucanía es una zona que posibilita el surgimiento de una escena diferente a la de otras regiones del país, fundado por aspectos climáticos (el frío, que obliga a vestirse con ropas muy abrigadas y más o menos similar a los músicos, independiente de cada estilo) y, por supuesto, el mestizaje (de origen criollo, colono y mapuche). Otro estudio titulado “Música, rebeldía y acción política en La Araucanía”, de Héctor Muñoz y Nathalie Peret, agrega un tercer pilar identitario: el activismo pro-causa mapuche. El metal es un género donde se perciben claramente estos tres pilares, conformando una verdadera vertiente estética de fácil reconocimiento internacional, en bandas de la zona y afuerinas, como Huinca, Kiebre, TronN, Nunca Seremos Dichosos y Bitterdusk. Mauricio Contreras de Huinca cuenta que la mezcla de metal con elementos musicales autóctonos se dio de manera muy natural. «El rock y metal tienen componentes similares a la música indígena de prácticamente todos los países del mundo, que es la estructura pentatónica, con variantes. Al darle una revisión a eso, Huinca incorporó pequeños detalles rítmicos o melódicos que se dan solo en nuestra cultur», aunque aclara que están conscientes de que son huincas. «Respetuosamente incorporamos pequeños aspectos musicales de su cultura con afecto y cercanía». Los recientemente ganadores del Pulsar a Mejor Disco Metal, Nunca Seremos Dichosos, se refirieron a su proceso creativo, pretensiones y cuidados al momento de producir su más reciente trabajo. «El objetivo que teníamos era crear metal de raíz sin sonar folk o power metal épico y, en esa búsqueda, encontramos la sonoridad de “Kollong”, una atmósfera metal pero que, de cierta forma, proviene de este territorio. Para esto, estuvimos estudiando las distintas formas de crear e interpretar música acá. La meta siempre fue orientada a la pregunta, ¿cómo sonaría el metal si se hubiera originado o desarrollado en nuestro continente?», cuenta el grupo cuyas letras en mapudungún y videoclips con paisajes del Wallmapu llamaron la atención de la escena nacional. Leo Alvarado, vocalista de Bitterdusk, también hace hincapié en lo importante de la atmósfera para dar identidad al metal de raíz. «En cuanto a la música, esto va más de la mano de la atmósfera, no buscando ser literal, pero sí nos animan mucho los estados ceremoniales y trances sonoros que genera la música mapuche y étnica en general», y agregan que «la cosmovisión mapuche y de otros pueblos originarios ha inspirado mucho en las letras que se plantean en su mayoría en diferentes planos existenciales». No cambiaré, mi camino es resistir El vínculo estético también está relacionado a experiencias de vida que han derivado en empatía por sus reivindicaciones históricas, como la del percusionista argentino Piny Levalle, fundador del histórico grupo de fusión étnica Kalimarimba. «En el año 1985 decido ir a convivir con el pueblo mapuche en la localidad de Choique Lipetrén, Provincia de Río Negro, Argentina, una comunidad desbastada por el abandono sistemático de largos años. Allí aprendí lo que no se aprende en los libros: el valor del silencio, la contemplación y el respeto por el otro. Aprendí a escuchar sin juicios y amar todo lo viviente. Casi todos los años viajamos a La Araucanía con Kalimarimba y puedo asegurar que los conciertos didácticos que presentamos en la escuelas son para niños que sienten con orgullo su propia identidad y no están dispuestos a dejar de ser mapuche, aunque también se siente el temor de ser violentados en sus casas y territorios. El sentimiento de bronca e impotencia está latente, y eso también está incorporado en mí». Frente a las situaciones de violencia –simbólica y explícita– vividas recientemente en el Wallmapu, Fernando Milagros no esconde su indignación. «La cultura mapuche es tan importante y tan invisible a la vez que no se ve, entonces cuando vemos estos videos virales de gente gritando “el que no salta es mapuche” y ese tipo de consignas racistas, duele un montón, porque estamos haciéndonos un daño a nosotros mismos». Para Santibáñez, «el principal sentimiento es de una pena profunda y una rabia aún más grande». Naturalmente, los artistas de origen mapuche han manifestado de manera aún más sentida esta fractura. «No olvidemos ‘Arauco tiene una pena’ de Violeta, que fue escrita hace tanto tiempo y es tan coyuntural, independiente del año y hasta el siglo. Ver los saltos de una multitud con consignas racistas es lo que da dolor, un dolor profundo ya que eso no es porque ellos deciden ser racistas, es porque son motivados por un Estado racista que importa una educación racista», afirma Daniela Millaleo. Luanko complementa: «hace 100 años éramos los indios, después los borrachos, después los flojos, después los terroristas, incluso los narcotraficantes. Entonces, el estereotipo siempre se ha ido actualizando para aplastar nuestra cultura desde el poder. A nosotros se nos chilenizó a través de la religión y la escuela, donde se torturaba a nuestros abuelos y le pegaban con palos en las manos para que hablaran español. Lo que vemos hoy es resultado de ese proceso donde se inventó la idea de que los mapuches somos inferiores. Afortunadamente, la música ha ayudado a unir los mundos (chileno y mapuche). Ese es un poder muy bonito que solo tiene la música”. 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