"Born to Run" de Bruce Springsteen: Una historia de autocontrol

“Born to Run”, la autobiografía de Bruce Sprinsgteen, promete “mostrarle su mente al lector”. Asoma un artista cautivo de un profundo sentido de lo correcto, en colisión constante con lo que se entiende por estrella de rock.

Las biografías de músicos populares suelen ser historias que parecen arrancadas de las páginas de una novela de aventuras en la época victoriana, con protagonistas de vidas impredecibles y personajes con rasgos de bribones rodeados de sucesos inauditos. Es un cliché -la bio de Ron Wood “Memorias de un Rolling Stones” lo encarna perfecto-, pero funciona para contar esas existencias que tienen mucho de pirata asaltando ciudades. En ese sentido Bruce Springsteen, miembro del Rock and Roll Hall of Fame, y ganador de una veintena de premios Grammy y un Oscar entre otros logros, cumple muy a grandes rasgos en “Born to Run”, la historia que él mismo ha escrito para relatar su existencia como uno de los artistas estadounidenses más relevantes del último medio siglo. El Jefe detalla su largo camino a la fama que solo logro consolidar en 1975 con el álbum que le da nombre a este libro, cuando ya bordeaba los 26 años.

Lo que podría ser una narración apasionante sobre un chico de New Jersey nacido en el seno de una familia de la clase trabajadora que se transforma en un referente cultural en su tierra, se expone como una pesada descripción de una personalidad en conflicto que nunca parece estar cómodo consigo mismo ni con algunos de sus más cercanos. La gran revelación es que padece una severa depresión desde 2009, aunque asoman varias pistas previas de una psiquis inestable. Springsteen se revela, ya conquistada la fama y el reconocimiento, muy consciente de su posición al punto de sentirse inmovilizado. “Como era habitual en mí, convertía la más pequeña de las decisiones en una desproporcionada cuestión de identidad. ¿Qué coche? ¿Qué camisa? ¿Qué chica? No había aprendido aún el simple principio de que, para vivir alejado de la demencia, parafraseando a Freud, a veces un cigarro debe ser solo un cigarro (...) Al final, yo era simplemente un tipo que rara vez estaba a gusto en su pellejo, fuera cual fuese este”.

Si hay un antagonista en los primeros capítulos es su padre Douglas. Nunca queda muy claro si empinaba el codo más de lo normal en un trabajador promedio, o si tenía alguna clase de padecimiento que alteraba su personalidad, pero resalta que entre él y Bruce no había química. El músico dedica largos pasajes a su infancia y adolescencia en New Jersey entre irlandeses e italianos, las ramas de las que provenía. Dotado como escritor, se engolosina detallando su vida en el país de la era Eisenhower, la nación de claroscuros vencedora de la II Guerra con sus propios conflictos como el racismo, y cuya riqueza no alcanzaba para todos, partiendo por su familia. También cuenta que era un mimado un poco insoportable seducido por el rock, tras la espectacular aparición de Elvis Presley, y luego por The Beatles.

El jefe detalle el temprano concepto del control total que asumió con la E Street Band, el batallón de músicos que le ha acompañado casi toda la vida, y cómo decidió que sus letras deberían reflejar la existencia de la clase obrera. Ese camino se inició cuando puso atención en figuras del country como Hank Williams y Woody Guthrie, “música que describía con emoción una vida que yo reconocía, mi vida, la vida de mi familia y mis vecinos”. A la par, Springsteen también se propuso comprender la complejidad del carácter de su padre en la escritura de sus canciones. “No sé muy bien si se trataba del sentimiento de culpa del superviviente que por fin logra escapar más allá de los confines de su existencia pueblerina, o si es que en Estados Unidos, como en el campo de batalla, nunca dejamos a nadie atrás. En un país tan rico como el nuestro, eso no está bien. No es pedir demasiado una vida decente y digna”.

¿Sexo, drogas y rock & roll? Bruce es honesto y también un caballero. Da a entender que era un mujeriego, pero no hay detalles sórdidos ni fiestas fuera de control. De hecho cuenta algo inaudito para una estrella de rock. Tras un largo proceso de grabación en Los Angeles, se quedó en la ciudad para descansar. Su amigo, el afamado productor Jimmy Iovine, vivía rodeado de conejitas Playboy, a quienes Bruce rechazó invitaciones para visitar la mansión de Hugh Hefner. “Para mi no se trataba del sexo o las drogas... sino del ¡ROCK AND ROLL!”. En otro episodio cuenta que en un parada de gira por Hamburgo donde se presentó en el mismo club donde actuaba The Beatles, fue de visita al barrio rojo. “Encontré a aquellas mujeres provocativas pero intimidantes, y a la tierna edad de treinta años (!) no pude convencerme de que aquello estuviese bien”.

Con sensibilidad parecida mantuvo el alcohol fuera de su vida por mucho tiempo. La primera borrachera la cogió muy pasados los 20 años. “La verdad es que, fuera del escenario, nunca tuve la habilidad o la confianza para divertirme libremente. No me malinterpretes. Podía estar durante días muy animado y lleno de una felicidad, la hermana brillante de mi depresión (...) La sobriedad se convirtió en una suerte de religión y desconfiaba de aquellos que consideraban la falta de la misma como algo que celebrar y de lo que alardear. Por alguna razón, yo llevaba el palo metido en el culo con una cierta dosis de orgullo”. Párrafos más adelante, Bruce Springsteen intenta cuestionar sus opciones. “Sin embargo, mi convencimiento de la necesidad de mantenerme limitaba la cantidad de placeres simples que me permitía. Era una parte desafortunada de mi ADN. ¿Trabajo? Dame una pala y cavaré un agujero hasta China”.

Marcelo Contreras

Este contenido fue publicado originalmente en nuestra revista.