Mägo de Oz: Una noche mágica bajo la lluvia

Lunes 20 de mayo de 2024 - Teatro Caupolicán

 

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En una noche donde Santiago parecía ahogarse bajo un cielo cargado de nubes y una tormenta que paralizaba la ciudad, en el corazón de la capital chilena se vivía algo mucho más electrizante: el esperado regreso de Mägo de Oz. Con más de tres décadas de carrera, esta banda española ha dejado una huella imborrable en el mundo del rock y el metal, y su vínculo con Chile es una historia de amor y rebeldía que se renueva en cada visita.

 

Desde sus primeros discos, Mägo de Oz ha cultivado una relación especial con el público chileno. Su música, que fusiona el rock y el metal con toques celtas y folclóricos, ha resonado profundamente aquí, convirtiéndose en parte de la banda sonora de muchas vidas. No se trata solo de un estilo musical; es una conexión emocional, un sentido de pertenencia que va más allá de cualquier debate sobre autenticidad o innovación.

 

Chile siempre ha sido una plaza especial para la banda. En sus múltiples visitas al país, han logrado convocar a multitudes que cantan y vibran con cada una de sus canciones. La energía que transmiten y la respuesta fervorosa del público chileno hacen que cada concierto sea una experiencia única. Cada vez que Mägo de Oz pisa suelo chileno, se produce una alquimia especial, una conexión que trasciende las fronteras del idioma y la cultura.

 

En esta ocasión, después de dos años de ausencia y con un significativo cambio en su alineación, los comandados por Txus di Fellatio y Mohamed volvieron a nuestro país para presentar lo que muchos consideran su mejor disco en al menos dos décadas. Con Rafa Blas debutando como vocalista, Mägo de Oz demostró que sigue siendo una fuerza imparable en el escenario.

 

Desde los primeros acordes de 'Alicia en el Metalverso', 'El Metalverso' y 'El Paseo de los Tristes', se hizo evidente que la elección de Blas como nuevo vocalista fue un gran acierto. Su voz potente y carismática encendió el ánimo del público, creando una atmósfera electrizante. Blas no solo cumplió con las expectativas, sino que las superó, llevando las canciones clásicas y las nuevas composiciones a un nivel superior. Su integración en la banda ha sido fluida y ha aportado una energía renovada al grupo.

 

 

El ambiente se llenaba de violines y cervezas, mientras el público se acercaba más al escenario, formando un círculo cada vez más estrecho alrededor de esta hoguera musical. Mägo de Oz no solo trae consigo música, sino también el ritual de iniciación en los sonidos distorsionados, un viaje que muchos jóvenes chilenos inician al ritmo de sus canciones. La banda ha sabido cómo mantener viva esa chispa inicial que enamora a sus fans y que los hace regresar concierto tras concierto.

 

A pesar de las numerosas polémicas que han rodeado a la banda a lo largo de los años, su conexión con el público latinoamericano, y en particular con el chileno, permanece intacta. Para muchos, Mägo de Oz fue la primera banda de metal en español que escucharon, y sus canciones se convirtieron en himnos de rebeldía y emoción. Son esos temas que llevamos en el corazón, desde la camiseta negra con la bruja de atuendo púrpura hasta los discos que desgastamos de tanto escucharlos. Cada acorde y cada letra evocan recuerdos y emociones que forman parte del imaginario colectivo de sus seguidores.

 

Canción tras canción, los españoles transmiten esta energía y pasión, reflejada no solo en las canas de los veteranos fanáticos sino también en los jóvenes pintarrajeados y protegidos con audífonos. Clásicos como "La Venganza de Gaia", "Aquelarre" y "Gaia" no son simplemente canciones; son óperas épicas que han formado y siguen formando a generaciones enteras. Estos temas, cargados de simbolismo y profundidad, muestran la versatilidad y el talento compositivo de la banda, capaz de narrar historias y crear atmósferas únicas.

 

La conexión emocional entre la banda y el público chileno es innegable. Mägo de Oz sabe que su prueba de fuego está en Santiago, y esta trasciende fronteras y generaciones. En una noche lluviosa, contra todo pronóstico, los madrileños transformaron la velada en una auténtica fiesta alrededor de la hoguera. Los saltos y gritos hicieron retumbar el recinto al ritmo de "Hasta que el Cuerpo Aguante", "Molinos de Viento", "La Costa del Silencio" y "Fiesta Pagana", poniendo a todos a bailar y cantar en un ambiente de pura igualdad y libertad. Cada uno de estos himnos es una invitación a la celebración, a la liberación de las tensiones diarias, y a unirse en un canto colectivo que trasciende cualquier barrera.

 

 

Al ver la alegría y la energía desbordante que se genera con bandas como Mägo de Oz, uno reflexiona sobre el verdadero mensaje de su música. Internet puede amplificar las voces de unos pocos críticos, pero llenar dos veces el Caupolicán y ver a todos coreando y bailando tus canciones es una prueba irrefutable de su impacto. Este éxito no es casualidad, sino el resultado de años de dedicación, talento y una conexión genuina con sus seguidores. Mägo de Oz ha sabido mantenerse relevante a lo largo de los años, adaptándose a los cambios en la industria musical sin perder su esencia.

 

La noche mágica que vivimos con Mägo de Oz en Santiago bajo la lluvia fue mucho más que un concierto; fue un encuentro de almas unidas por la música y la pasión. La banda española no solo nos brindó un espectáculo inolvidable, sino que también nos recordó la fuerza y el poder transformador de la música. A lo largo de los años, Mägo de Oz ha dejado una huella imborrable en el panorama musical, inspirando a generaciones enteras con su música y sus letras cargadas de significado. Su conexión con el público chileno es una prueba de que la música trasciende barreras culturales y lingüísticas, uniendo a personas de diferentes edades y trasfondos en una celebración común. Mägo de Oz no es solo una banda, es un fenómeno cultural que sigue resonando en los corazones de millones de fanáticos en todo el mundo. Y mientras la música siga sonando, la magia de Mägo de Oz vivirá en nosotros, recordándonos que, incluso en los días más oscuros, siempre hay una canción que puede iluminar nuestro camino.

 

Matías Arteaga Sandoval

Fotos: Aarón Castro