Wilco
Cousin
Una extensa discografía y muchas historias recorren los pasillos del salón que contiene la trayectoria de Wilco. Cada nuevo disco en sus estantes o cada composición de la banda desde el último tiempo pareciera ser un renacer personal y musical, como si todavía tuvieran algo que buscar y encontrar. Las inquietudes de Jeff Tweedy, diseminadas en dos libros, discos solistas y bandas con sus hijos quedan fuera pero de cierta forma igual impregnan el espíritu del grupo hace, por lo menos, tres álbumes. Tras el emotivo "Cruel Country2 (2022) que hizo que la banda se reencontrara íntimamente y comenzara a preparar un legado, dejando de lado cualquier elemento ajeno o experimental, esas inquietudes de su líder se comenzaban a dispersar para dar espacio a una mirada más reflexiva.
Tan solo un año después, los músicos reaparecen con "Cousin", su decimotercer título y el primero en mucho tiempo en dejar la producción en manos de alguien más. En este caso fue Cate Le Bon, la compositora galesa que se encargó de darle un giro al grupo. Aquí Wilco se reencuentra con su etapa más experimental, recordando destellos de "Being There" o "Yankee Hotel Foxtrot", con un Tweedy más abierto políticamente, cruzando lírica personal con el mundo observable y un destacado trabajo de Nels Cline en guitarra y Glenn Kotche en percusiones.
La inesperada 'Infinite Surprise' abre el álbum con un confuso juego de percusión y guitarra, que se asoma a lo lejos para dar paso a una estructura clásica de la banda. El grupo ha dejado atrás las guitarras acústicas y vuelven a ponerse el traje eléctrico para dar más actitud y cuerpo a una canción que de entrada ya deja un sabor más que agradable. Y es que una canción así de completa de entrada demuestra la seguridad del grupo y la confianza en un disco que gusta a primera escucha. A medida que avanzan sus más de 5 minutos, el track desprende los arranques de guitarra de Cline, saturaciones y distorsiones, atmósferas y disonancias que no explotan para retomar el camino.
En 'Ten Dead', la lírica encuentra el grupo en un sentido más político, donde Tweedy canta sobre el fenómeno de los tiroteos y su manera de observar el mundo. 'Leeve' y 'Evicted' continúan como las canciones más oreja y que parecen sacadas del último recetario de la banda, breves y sin sobresaltos. Sin embargo, el quiebre del álbum aparece con los arreglos electrónicos de 'Sunlight Ends' y la profunda 'A Bowl and a Pudding', que funde un arpegio inicial con ritmos cada vez más oscuros y una batería que corre por un carril diferente. Uno de los tracks más arriesgados del disco y que reencuentra al grupo con pasajes más densos. Hacia el cierre, 'Meant to Be' -veloz y luminosa- expone a un Tweedy optimista y romántico, dejando una linda canción para reflexionar sobre qué estamos entendiendo como amor.
Con más de treinta años de carrera, disputas y despedidas, Wilco carga con su historia y sus muertos en cada nueva composición, casi como haciendo las paces con su propio pasado y entregando un tributo de todos los que alguna vez aportaron al grupo. Es ese espíritu el que parece mantener vivo a Jay Bennett, fallecido en 2009 y uno de los miembros más influyentes que pasó por la banda y que en su necesidad de siempre dar un paso más lo enfrentó en más de una ocasión al difícil Tweedy. Así el grupo se reúne en su proceso más experimental y atípico en años, condensando su trayectoria y logrando retomar esa senda que se veía lejana. Cada nuevo disco de la banda es un trabajo más completo que el anterior.
Matías Muñoz
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