Blur

1995. Food / Virgin

1995 fue un año clave para Blur. Después del repentino éxito de “Parklife” el año anterior, el cuarteto de Essex comenzaba a experimentar las consecuencias personales del reconocimiento, al mismo tiempo que encabezaba la rivalidad comercial y mediática de la escena Britpop a mediados de los 90. Hitos que fueron una fuente de inspiración para muchas de las canciones de este, su “gran escape”, y que marcaron un punto de inflexión en la trayectoria de la banda, ya que este fue su último trabajo con un enfoque pop mucho más comercial. Algo que provocó un completo cambio de dirección con su siguiente álbum homónimo de 1997, “Blur”.

Bajo ese contexto nace “The Great Escape” (1995), considerado el tercero de la trilogía junto a “Modern Life Is Rubbish” (1993) y “Parklife” (1994). Un disco que merece ser revisitado de vez en cuando para sumergirse en los auténticos sonidos britpoperos, esos cargados de comedia alegre, irónica y acelerada, tal como lo denominó el mismo Damon Albarn, y que capturan la esencia prima de la monotonía, la soledad y la frivolidad consumista de la sociedad británica en los años 90.

El material abre con ‘Stereotypes’, una canción enérgica caracterizada por una guitarra estridente que se combina con un llamativo sintetizador condensado en una melodía pegadiza de principio a fin, y que, siguiendo la línea lírica de la observación en tercera persona de la vida suburbana a la que acostumbra Albarn, trata justamente de describir a personajes que encarnan a diversos arquetipos ingleses. Un camino similar sigue el inconfundible himno Britpop, ‘Country House’. El single número 1 en las listas de Inglaterra fue el que les concedió la victoria frente a Oasis y relata las vías de escape convencionales que un exitoso hombre de negocios encuentra para aliviar su estrés. Esto refleja, de cierta manera, la autopercepción del cantante que tenía de sí frente a la intensa presión mediática de aquella época. En términos de su musicalidad, la pista presenta versos y coros hipnóticos que, irónicamente, rebosan de alegría. ‘Best Days’, por el contrario, provoca una persistente sensación de nostalgia gracias a su carácter semi acústico y la maravillosa ejecución del piano, enriquecido además por armonías vocales perfectas. Esta canción, podríamos decir, resume el álbum en términos de sus temáticas generales como la individualidad y la soledad, ya que aquí es donde la faceta más melancólica del material se encuentra en su expresión más plena. Un gran acierto compositivo y una de mis favoritas al ser de esas pequeñas joyas con las que Blur siempre sorprende. ‘Charmless Man’, sin embargo, hace un quiebre con el inesperado riff que llega sin aviso y el repetitivo estribillo de “na-na-na-na-na” que es imposible de no cantar. El “hombre carismático” cuenta con todas las características de otro track pop de la banda. Esta presenta la descripción de un grandilocuente snob por excelencia, el cual por mucho tiempo se rumoreó que trataba sobre Brett Anderson, cantante de Suede, expareja de su entonces novia, Justine Frischmann de Elastica. Un complicado triángulo amoroso que por aquellos años fue todo un drama y material de especulación para los tabloides del Reino Unido.

La pista 5 es ‘Fade Away’, y pasa casi desapercibida, pero, no obstante, también cuenta con todos los elementos característicos de una canción de Blur: acordes delicados, un sintetizador en su justa medida, un estribillo recurrente y el uso de instrumentos de viento que roza de cerca con el ska -algo del todo intencionado- que la dotan de una personalidad propia. ‘Top Man’ es similar en ese sentido, se destaca igualmente por su creatividad sonora gracias a los arreglos con un marcado toque arabesco. Este tema juega con la seriedad y la burla, y eso es reflejado en la forma en que los instrumentos nos envuelven y nos llevan en diferentes direcciones. Bajo este ambiente llega ‘The Universal’, una canción infaltable en cada setlist y que es merecidamente considerada como un clásico. Esta pista expone una distópica visión del futuro en donde la felicidad está al alcance de una píldora, algo que por lo mismo la hace ser épica de principio a fin. Es de esas piezas emocionantes y reflexivas que te causan escalofríos a medida que avanza hasta culminar en una intensa sección de cuerdas orquestales, muy al estilo de Burt Bacharach, a quien usaron como inspiración. Sin dudas es superior en todo aspecto. ‘Mr. Robinson’s Quango’ retoma con la tónica de la ironía, y nos ofrece un derroche de cambios de ritmo y cautivadores interludios musicales, en los que se destacan, de nuevo, los arreglos de vientos y los particulares agudos del frontman. ‘He Thought of Cars’ es su total opuesto. Es distintiva respecto a las demás y un completo viaje debido a la extraña, pero bella nostalgia que transmite tanto su música como su letra, que tiene de trasfondo una inescapable sensación de soledad en medio del mundo moderno. Creo que esta es la demostración más fidedigna de las primeras incursiones del guitarrista Graham Coxon hacia sonidos más distorsionados y experimentales que culminarían en sus posteriores trabajos. Guitarra que se ve potenciada por una línea de bajo muy marcada y que ya se venía echando de menos. Otra que se transformó en una de mis favoritas con el tiempo. ‘It Could Be You’ es la canción más pop del disco, con una parte vocal recitada y una melodía más sencilla que no logra tener el mismo impacto que las demás debido a su falta de dinamismo si la comparamos con el resto del disco.

Por otra parte, está la historia de un ‘Ernold Same’ prisionero de la rutina cotidiana de siempre. Su instrumental evoca elementos circenses al atraparnos en esta suerte de carrusel junto a él, que a ratos pareciera recordar a lo que hacía The Kinks a principios de los 70. La que le sigue es ‘Globe Alone’, donde la banda muestra su intento por adoptar un sonido punk a su propio estilo. En términos globales está bien lograda, pero no llega a sobresalir, aunque sigue siendo una adición interesante a la obra. ‘Dan Abnormal’ o Damon Albarn en anagrama es bastante parecida a la anterior, por lo que cabe destacar el teclado que desempeña un rol protagónico como una especie de percusión complementaria, fusionándose en un torbellino de voces que conjuran ecos y sonidos cósmicos retro. ‘Entertain Me’ goza de una electricidad contrapuesta con un hastiado canto de Albarn. La letra aborda con humor y agudeza el consuelo efímero que uno puede encontrar los fines de semana y cuestiona nuestra obsesión por la diversión como una vía hacia la felicidad. De esta manera, el conjunto cierra siguiendo con la técnica de escudarse bajo personajes, como en 'Yuko & Hiro'. Una extraña y bella amalgama distorsionada que suena a una balada pop ambiental. La mezcla crea una atmósfera envolvente que nos transporta a un espacio sonoro donde se fusionan elementos melódicos con cautivadores versos en japonés interpretados por una voz femenina, los cuales te toman por sorpresa.

Aunque Damon Albarn ha considerado a "The Great Escape" como uno de los trabajos más débiles de Blur, personalmente encuentro que esta placa destaca de forma notable dentro de su repertorio. Los personajes retratados en las canciones, junto con la experimentación musical y una narrativa que aborda el anhelo de escape, aportan una dosis de realidad y autenticidad al clima agitado que se estaba gestando en aquel entonces. Este álbum marcó un momento crucial para el cuarteto, dado que catapultó a la banda, quizás sin querer, hacia la tan anhelada madurez musical. Sin él nos habríamos perdido de obras maestras como "Blur" (1997) y "13” (1999), en donde el grupo decidió demoler todo rastro del mundo que habían construido y logró renacer bajo un nuevo panorama.

Sin embargo, también trasciende su posición en la discografía de los ingleses y  se convierte en una pieza viva de la historia del Britpop. Para aquellos de nosotros que consideramos a Blur como una de nuestras bandas favoritas, este álbum tiene un significado especial y ha dejado una huella duradera en el soundtrack de nuestras vidas, y nos recuerda por qué nos enamoramos de su música en primer lugar.

Bárbara Henríquez