Juan Cristobal Peña: «Los jóvenes pistoleros son los jóvenes derrotados de la historia» Entrevista con el destacado periodista y escritor chileno Lunes, 27 de Diciembre de 2021 “Jóvenes Pistoleros” (Debate, 2019) es la biografía de una generación que vivió entre traiciones, persecución, clandestinidad y tiroteos durante los difusos años de la transición a la democracia. Protagonizado por Ricardo Palma Salamanca –El Negro–, narra la historia del perpetuador de los hechos de violencia política de mayor repercusión mediática en los años que siguieron a Pinochet. Por Cristofer Rodríguez Sin la figura antagónica de Augusto Pinochet y en el nuevo marco histórico de la transición a la democracia, el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) rearticula sus proyecciones, dividiéndose entre el movimiento político y los guerrilleros que dieron continuidad a los procedimientos militares que los hicieran famosos. Organizados en el FPMR Autónomo, Mauricio Hernández Norambuena, Silvia Brzovic Pérez y Ricardo Palma Salamanca protagonizaron los hechos de violencia política más emblemáticos tras el retorno a la democracia (secuestro de Cristian Edwards, asesinato de Jaime Guzmán, fuga de la Cárcel de Alta Seguridad, entre otros), en una vida marcada por los contrastes del amor, la amistad y la política. El periodista Juan Cristóbal Peña fue cercano al círculo de la izquierda ilustrada ochentera. Compartió colegio con líderes activos del movimiento secundario y con algunos de los pistoleros que luego integraron las filas del FPMR. Sin ser una continuación, la historia que comenzó a escribir con “Los Fusileros” (2007) sobre el atentado a Pinochet en 1986, se extiende en “Jóvenes Pistoleros”, concentrado principalmente en los militantes de base y en los matices de la vida de Ricardo Palma Salamanca. – En tu obra, el foco está puesto en la historia política del Chile contemporáneo. ¿Qué te atrae de ese capítulo de la historia en particular y por qué abordarlo a través de la textura de la violencia? – Hay una motivación en varios niveles. Me interesa revisar esta época desde la perspectiva de la violencia, ya que es un tema muy estigmatizado desde el punto de vista de la valoración social, existe mucho trauma y satanización al punto de simplificarla y verla con un sustrato de marginalidad y vivenciada por un grupo de gente extrema y loca. Me interesa explicarla como un fenómeno social, pero también desde la perspectiva de las historias pequeñas, de los personajes que fueron tanto victimas como victimarios de la violencia. En ese sentido, me interesa mucho más la historia del soldado que del dirigente, su historia personal, cultural, de barrio, familiar, no sólo política. – Tienes 50 años, la edad de Ricardo Palma Salamanca y asististe al colegio Francisco de Aguirre, que junto al colegio Latinoamericano de Integración, fueron bastiones estudiantiles de la mesocracia de izquierda ¿Es una historia personal también? – Claro, hay una motivación generacional. Fui al mismo colegio de ellos y la investigación me llevó a tomar decisiones duras y asumir costos en relación a personas que conozco y que sabía que este libro me iba a distanciar. Cuento cosas ingratas para los protagonistas y las propias fuentes que consulté. Yo aparezco en la historia, sobre todo porque pertenecí al mundo de la juventud de la izquierda ilustrada en la dictadura. La Miska me llevó a las primeras protestas, igual como hizo con El Negro. Además, tuve la dificultad de que el 2017, a medio camino de la investigación, aparecieron los protagonistas de esta historia y es muy diferente trabajar con vivos que con muertos. Ellos estaban vivos, pero al estar clandestinos era como si estuviesen muertos. – Los historiadores hablan de hacer una historia en caliente cuando se trata de investigar una época temporal muy cercana o actual, ya que puedes “quemarte”. – Así es. Era más fácil cuando ellos estaban en el limbo existencial, porque otorgaban la licencia de los muertos para trabajar con mayor soltura los aspectos íntimos y privados de los personajes. Pero cuando aparecieron, me significó reformular algunas cosas y me demandó tener que ir a buscarlos directamente y contrastar sus versiones con la información que ya tenía, muchas de ellas contradictorias. El verdugo de la Transición – Además de haber participado en el secuestro de Cristian Edwards y el asesinato de Jaime Guzmán, ¿qué hay en Ricardo Palma Salamanca que lo hace protagonista de la historia y no a otros tan relevantes como Ramiro, Emilio o Miska? – Hay aspectos cinematográficos que cruzan la vida del Negro. Junto con Emilio, Palma Salamanca se transforma en el verdugo de la transición. Me interesaba saber por qué este muchacho de clase media termina protagonizando las acciones de violencia política de mayor relieve público en la década del 90. Indagar en los factores que podrían haberlo empujado a hacer todo lo que hizo. Hay un factor generacional y cercano a su círculo, pero en lo personal era un joven muy típico, muy común, que termina haciendo cosas muy excepcionales. Ese giro es sorpresivo y emocionante. Es interesante leerlo como ser humano con bastantes calificaciones para hacer lo que hizo, fuerte, ágil, la persona indicada, pero que no estaba muy cómodo con su rol. Hubo bastantes contradicciones internas que lo llevaron a dudar e incluso a oponerse, lo que nos lleva a la lectura de otro personaje. Cuando se habla del Negro Palma se habla del impío y frío asesino capaz de matar a sangre fría a un senador desarmado, pero todo lo que hizo fue con muchas contradicciones. Mientras tenía secuestrado a Edwards lloraba por penas de amor y se compadecía tanto que llega a pegarse un balazo a sí mismo en el muslo para no tener que volver a la casa donde lo tienen secuestrado. – Hay una suerte de desmitificación del joven de izquierda en la figura de Palma Salamanca. No es el joven que cumple con el perfil caricaturesco de barba y morral, ni mucho menos con una vida marginal en una población. – No sufrió de violencia doméstica en su barrio. Su círculo fue muy distinto a la revisión social que hace Miguel Littin en “El Chacal de Nahueltoro”, donde hay una marginalidad extrema que termina en el uso de la violencia. – Similar a Jorge González que, desde su propia trinchera, también combatió al régimen desde la vereda opuesta a la caricatura del joven opositor. – Es súper interesante darle colores diferentes a los personajes que no siempre calzan en los moldes que uno se construyó, particularmente al joven opositor a Pinochet. Efectivamente Palma no calza para nada en el arquetipo del joven opositor. Una persona que estaba distante de los patrones y costumbres de la cultura de izquierda latinoamericana y detestaba esos símbolos nostálgicos, quejumbrosos y artesanales. – ¿Te parece un héroe? – En ningún caso. Si lo fuera, me parece un héroe trágico. Lo veo como una víctima de un proceso que tuvo muchísimos costos para él. Sin duda, lo veo como un victimario también. Él tampoco se ve como héroe y reniega hasta hoy de la idealización que eventualmente podría hacer la extrema izquierda por haber sido el verdugo de la transición, algo de lo cual él no se siente totalmente orgulloso. Si pudiera haberlo evitado, lo hubiese hecho. – Hace un rato también dijiste que era el verdugo de la transición ¿a qué te refieres específicamente? – El Negro y Emilio son los justicieros de la transición, así lo sintieron en su momento. No hablé con Emilio para el libro, pero hablé con Palma y él no lo considera así hoy en día. Sin embargo, en los hechos, lo son. La transición es un periodo que niega casi por completo la opción de justicia efectiva y reina la impunidad, así que lo que hace el Frente con las ejecuciones es tomarse la justicia por sus propias manos. – Comienzas el libro con el poema de Mauricio Redolés ‘Yo y todos’. ¿Es Salamanca? – Sin duda, es de los pocos sobrevivientes que se salen con la suya, no obstante, acarreando montones de costos a cuestas. Procesos traumáticos por el costo de la cárcel, la vida en la clandestinidad, pero va sorteando obstáculos con bastante más suerte que muchos de sus compañeros que murieron en enfrentamientos o cayeron en la vida delictual. Claroscuros – Es un libro bastante cinematográfico en su narración. ¿Cuál te parece la escena más espectacular? – Más incluso que el rescate de la Cárcel de Alta Seguridad, es la fuga de Maritza Jara Hernández de la Cárcel de San Miguel. Ella fue la única que no abrió la boca cuando fue capturada por la policía, asumiendo las consecuencias y actuando con el ideal romántico de la fidelidad del militante. Mientras todo era un desastre en el Frente, ella era la cordura y la calma, muy firme y serena. Su fuga fue silenciosa, a diferencia de todos los otros escapes con tiroteos y muertos. Ella salió por la puerta el día de navidad, caminando, sin correr, con una identidad falsa y sin tirar una bala. Una fuga elegante en una época donde lo que menos había era elegancia. Fue espectacular. – Hay otros personajes que se entrelazan a la vida del Negro, todos a medio andar entre protagonistas y antagonistas. El Comisario Jorge Barraza, quién resuelve el caso del asesinato de Jaime Guzmán, es uno de ellos. ¿Te interesa estudiar la vida de los perpetuadores de violación de Derechos Humanos? – Creo que en ese lugar también hay protagonistas y antagonistas. Barraza en particular tiene un pasado oscuro que él se empeñó en mantener oculto. Es un personaje insufrible, con ánimos de grandeza, megalómano, bien insoportable, pero también una persona muy hábil y bien encantadora. Sería muy injusto desconocer esas virtudes. En la suma podría terminar más desfavorecido, pero dentro de la lógica de su trabajo era genial. – Con Ramiro –Mauricio Hernández Norambuena– fuiste mucho más categórico en el libro y es más fácil indicarlo como antagonista. – Aunque también expongo sus virtudes. Ocurre que su papel en los años 90 es muy de antagonista, pero revisando su trayectoria sería injusto. Para el atentado a Pinochet, él ideó la manera para salir vivos del Cajón del Maipo, pero como el foco está en los 90, su rol es completamente diferente. – ¿Y Miska? Guerrillera y pareja de Palma Salamanca, también hay elementos contradictorios en su vida, muy cercana al ideal pequeño burgués en los últimos años. – Si bien estaban fondeados, sabía que seguían juntos y tenían hijos. Me intrigaba saber cómo vivían su maternidad y paternidad con hijos de la misma edad que tenían ellos cuando protagonizaron los hechos que los hicieron famosos. Y claro, hoy lo miran con cierta autocrítica. Mi mayor temor era investigarlos y encontrarme con dos personas que siguen con la bandera y el puño en alto haciendo la revolución. Ni El Negro ni Miska vivieron los últimos años como héroes justicieros. Ellos llegan a su madurez sin esa idea. Personajes llenos de claroscuros y vaivenes. No sé si en el libro hay un personaje que uno termine admirando totalmente. Transición y estallido – ¿Cuál era el enemigo del FPMR durante la transición a la democracia? – Naturalmente, es más difícil identificarlo en relación a los 80 donde el objetivo era Pinochet. Pero en los 90, uno de los discursos claros del FPMR era el de hacer frente a la impunidad. La guerra al modelo, en cambio, no era tan clara y en algunos casos bastante infantil y desfasada, como oponerse al imperialismo estadounidense. – Estados Unidos había cambiado su foco hacia medio oriente en los 90. – Era muy a contracorriente. La URSS se había derrumbado, se había caído el muro, en El Salvador ya había acuerdos de paz. Una muy mala lectura de la realidad, centrada en símbolos de los 60 y ellos lo sabían. Un documento emanado por el mismo Frente el año 1992 explica que mientras la realidad iba para un lado, ellos iban hacia otro. – ¿Cómo insertas a los jóvenes pistoleros en la juventud chilena de la transición? – Fue la generación que pagó los costos de la violencia política de fines de los 80 y comienzos de los 90, con cárcel, con tortura y con pérdida de vidas humanas. La juventud derrotada, no por la dictadura, sino que por los gobiernos de centro-izquierda que también continuaron violando los derechos humanos porque les convenía e hicieron vista gorda. Tengo la sensación de que, desde entonces, ninguna generación logró asumir el papel que suelen asumir las juventudes, de realizar cambios sociales, de imponer sus propios términos. Es una juventud perdida, porque quedaron gobernados por los términos que impuso la juventud anterior. – ¿Y esta juventud actual? – Esta parece decidida a romper ese esquema. El “no tenemos miedo” es muy potente en esta generación, pero no veo un fenómeno similar o si quiera cercano al de los grupos subversivos. La violencia marginalizada cada tanto asoma a nivel público y masivo, como el estallido que estamos viviendo, pero el ideario subversivo sobrevive sólo en pocas personas que quieren hacer la guerra patriótica sin salir de Facebook, lo que es bien ridículo. Yo no he visto poleras del Negro Palma ni de Ramiro en las marchas. – ¿Crees que la actual oleada de protestas sean finalmente el candado de la transición? – Quiero creer que es así, y a veces tengo ciertas iluminaciones y esperanzas de que esto signifique un sello para la transición y contribuya a empujar de manera definitiva a romper un muro que se mantiene persistente. – ¿Cómo te ha parecido el tratamiento de los medios de comunicación de las protestas en Chile de las últimas semanas? – Los primeros tres días hubo una mirada centrada en los hechos de violencia, que lleva a criminalizar el movimiento y no dar luz sobre lo más relevante. Los hechos de violencia son relevantes, pero el trasfondo lo era más y ese tratamiento se alineó con el discurso del gobierno. Pero la presión callejera y por redes fue determinante para cambiar el enfoque. Un hecho clave fue cuando las protestas llegaron al barrio alto, el territorio natural de la derecha. También hubo medios que hicieron un esfuerzo interesante en mostrar la profundidad del fenómeno, contar la historia de los muertos, los facts cheking de ciertos hechos, dar voces a la disidencia. Hubo un enfoque predominante, pero dentro de él hubo tratamientos destacables. (Publicado originalmente en revista #Rockaxis198, noviembre de 2019) Tags #Juan Cristóbal Peña #FPMR #Jóvenes Pistoleros #Ricardo Palma Salamanca Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus. 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